LIBERTAD DIGITAL 18/07/17
CAYETANO GONZÁLEZ
· En un acto concebido para homenajear y recordar al joven concejal del PP de Ermua, Rajoy alabó al partido que se fue a Estella a pactar con la banda terrorista.
No podía haber elegido el presidente del Gobierno peor día, peor lugar y peor escenario. Llevado por un tacticismo ramplón, de corto recorrido, y por una falta total de eso a lo que tanto le gusta apelar, el sentido común, no tuvo otra ocurrencia que aprovechar su intervención, este pasado sábado, en la Escuela de Verano Miguel Ángel Blanco para hacer un elogio de la actitud mantenida por el PNV, el Gobierno vasco y el lehendakari Urkullu, en contraposición a lo que está siendo el comportamiento de la Generalitat de Cataluña y del presidente Puigdemont.
En un acto concebido para homenajear y recordar al joven concejal del PP de Ermua asesinado por ETA hace veinte años, Rajoy alabó expresamente al partido que a los pocos días de aquel cruel asesinato a cámara lenta se fue a Estella a pactar con la banda terrorista. Un pacto que en su punto tercero decía textualmente:
· EA y EAJ-PNV adoptan el compromiso de dejar sus acuerdos con los partidos que tienen como objetivo la destrucción de Euskal Herria y la construcción de España (PP y PSOE).
¿Por qué Rajoy hizo eso?, ¿por qué cometió esa vileza ante los jóvenes de su partido? Es muy complicado interpretar qué pasa por la cabeza del actual inquilino de la Moncloa, pero, puestos a apostar por una interpretación, me atrevería con la siguiente: Rajoy hizo eso porque ha sido uno de los responsables de que el conocido como Espíritu de Ermua, nacido con motivo de la reacción ciudadana ante el asesinato de Miguel Ángel Blanco, sea ya parte de la historia.
El primero que se cargó ese Espíritu de Ermua fue el PNV con el ya citado Pacto de Estella con ETA; luego vino Zapatero con su proceso de negociación política con la banda terrorista, a partir de 2004, cuando los Gobiernos de Aznar, de los que Rajoy formó parte, habían dejado a ETA contra las cuerdas. Pero Rajoy tiene también lo suyo: el 23 de julio de 2008, tras perder las elecciones generales con Zapatero, se entrevistó con este en la Moncloa y a la salida declaró que habían alcanzado un pacto en la política antiterrorista del que nunca se supo su contenido, aunque en la práctica supuso que el PP de Rajoy se empezó a alejar de lo que el PP de Aznar tenía muy claro, la derrota total de todo lo que era ETA, los comandos y el proyecto político que encarnaba.
En octubre de 2011, ETA anunció el «cese definitivo de la actividad armada» y el presidente del PP manifestó desde la sede de su partido que ese anuncio había sido hecho «sin ningún tipo de concesión política» a cambio, cuando todo el mundo estaba al cabo de la calle de las negociaciones de contenido político que el Gobierno de Zapatero había tenido con ETA en Oslo, en paralelo a las numerosas reuniones en Loiola entre el PSE, PNV y HB donde se habló de la integración de Navarra en la Comunidad Autónoma Vasca, del derecho de autodeterminación…
Luego, al llegar al Gobierno en noviembre de ese mismo año, Rajoy indicó a su ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, que recibiera a Zapatero, porque este le quería transmitir algunas cosas. Dos horas de reunión en las que el expresidente del Gobierno puso al día al titular de Interior de sus compromisos con ETA. Siete meses después de esa reunión –en agosto de 2012–, el Gobierno de Rajoy inició las gestiones que llevaron a la puesta en libertad del torturador-carcelero de Ortega Lara Josu Uribetxeberria Bolinaga, so capa de que tenía un cáncer terminal, al que sobrevivió, ya fuera de la cárcel, dos años y medio. Con ese bagaje a sus espaldas, no es de extrañar que Rajoy no diera importancia a lo que suponía hacer un elogio de un partido como el PNV en un acto homenaje a Miguel Ángel Blanco.
Pero es que además Rajoy debe de pensar que los ciudadanos somos tontos y no sabemos que si el PNV ha apoyado los Presupuestos y el techo de gasto es porque ha recibido a cambio la suculenta cantidad de 4.200 millones de euros en diversas inversiones a llevar a cabo en los próximos años. Eso es lo que ha costado el apoyo de cinco diputados del PNV: 840 millones de euros por cabeza. Si Rajoy entiende que ese apoyo va unido, como dijo en Bilbao, «a las palabras pacto, acuerdo y entendimiento», entonces es que los españoles tenemos un serio problema, al estar al frente del Gobierno una persona así.
Rajoy debería saber que el PNV sigue siendo el mismo partido independentista de siempre, donde conviven dos almas –la radical y la pragmática– que se van turnando según convenga a sus intereses. Rajoy debería saber que el PNV le dejará tirado más pronto que tarde, y también debería saber que el elogio al PNV fue un golpe letal para el ya de por sí irrelevante PP vasco, porque si el PNV es tan responsable y el Gobierno vasco de Urkullu lo hace tan bien, ¿a quién cree Rajoy que van a votar los vascos moderados, nacionalistas o no, que no quieren saber nada de Bildu o Podemos en las próximas elecciones autonómicas?