José Antonio Sentís, EL IMPARCIAL, 22/12/11
Lo significativo del nombramiento de ministros por parte de Mariano Rajoy no ha sido tanto la composición del Gabinete como la prisa que se dio el nuevo presidente del Gobierno para exponerlo. El siempre pausado Rajoy tardó cerca de un minuto en contarnos los nombres de su equipo ministerial, lo que debe constituir un récord. Tanto es así que los periodistas que trabajamos al momento, es decir los de internet y las agencias, nos las vimos y deseamos para apuntar la alineación ministerial tal como la contaba a la carrera el flamante presidente.
Si entramos en ella, lo gordo estaba en casi todas las previsiones: Soraya Sáenz de Santamaría como vicetodo, mujer de confianza, voz de Rajoy y, a su vez, fontanera principal del Ala Oeste de La Moncloa; y un equipo económico compuesto por Luis de Guindos en Economía y Cristóbal Montoro en Hacienda y Administraciones Públicas (unión ésta que se consideraba lógica cuando los problemas de coordinación del Estado con sus Autonomías son ahora imperiosamente económicos). Simbólico gesto el de Rajoy aquí, al no impulsar a uno de ellos a una vicepresidencia, lo que hubiera preterido al otro.
Equipo económico al que se añade el también previsible y razonable José Manuel Soria en el área de Industria y la también mencionada, aunque no con seguridad, Fátima Báñez en Trabajo (adonde, por cierto, ha llegado por su capacidad personal probada, y no por presuntos juegos de amistades con la próxima vicepresidenta, como alguno va diciendo). Con el añadido significativo y más sorpendente de Ana Pastor, mujer muy capacitada que cuenta con la total confianza con Rajoy, para Fomento, pese a que todo el mundo la colocaba en Sanidad, en lo que es especialista.
En ese lugar, los asuntos sociales y de salud, irá otra de las personas que Rajoy considera claves en su trayectoria hasta la Presidencia, Ana Mato.
En lo que Rajoy sí ha situado a un verdadero especialista es en Agricultura, la única cartera en la que el líder del PP había hecho hincapié en los últimos días. El elegido ha sido el muy previsible Miguel Arias Cañete, que ya estaba tratando la importantísima negociación sobre la PAC incluso antes de que Rajoy fuera investido.
Por su lado, a Ruiz Gallardón le tocaba, sí o sí, ser ministro. Justicia era una posibilidad bastante lógica, teniendo en cuenta la carrera profesional del alcalde de Madrid. Más noticia es ya, si cabe, que Ana Botella vaya a ser alcaldesa de la capital, y ello va a dar mucho juego periodístico y quizá alguna sorpresa a la oposición socialista de Madrid, que cree que ahora tendrá su oportunidad y que quizá minusvalora la raza política de la esposa de Aznar.
El capítulo de lo menos o nada previsto queda para el sólido José Manuel García Margallo, como ministro de Exteriores, y para José Ignacio Wert, el fino y razonablemente transversal sociólogo que se apuntaba para RTVE, como titular de Educación y Cultura.
Sin embargo, aunque no en primera línea, sí se habían mencionado entre los expertos para Defensa a Pedro Morenés, ya conocedor de ese departamento en época de Serra, y a Jorge Fernández Díaz para Interior, cuyo nombre tuvo a todo el mundo despistado por su candidatura presunta a la Presidencia del Congreso.
La valoración de los ministros tiene poco problema. En su inmensa mayoría son políticos rodados, conocedores del área de competencia encomendada por Rajoy, por lo general muy fiables y con un curriculum conjunto que haría sonrojar a cualquiera de los equipos ministeriales de Zapatero sufridos en los últimos ocho años.
Nada de esto quiere decir que lo vayan a hacer bien. Pero si De Guindos y Montoro no ayudan a resolver la situación económica, entonces sí que no nos queda otra que emigrar a San Marino.
Estamos, por tanto, ante un Gobierno que tiene muy poco de ocurrente y mucho de seguro. Con una media de edad y experiencia muy alta. Con una presencia femenina potente, más por la trayectoria de cada una de las ministras que por una inexistente cuota. Y con unas personas muy probadas con la capacidad de error más improbable, dentro de lo falible de la condición humana.
Respecto al perfil, casi todos los ministros parecen elegidos para el acuerdo y el diálogo. Prácticamente ninguno tiene aristas destacadas. Si cabe, quizá el que más se ha mojado en las confrontaciones ha sido Cristóbal Montoro, pero justamente a él le tocará lidiar mucho más con los suyos, hegemónicos en Autonomías y Ayuntamientos, que con la oposición. Claro que, si hace falta confrontación firme, Rajoy siempre tendrá a Soraya Sáenz de Santamaría.
Un Gobierno, en todo caso, que parece bastante urgido a actuar, no sólo porque lo necesita España, sino por el propio ejemplo de la prisa de Rajoy. Apenas segundos para exponer a los responsables de organizar la Administración de la Nación. Cualquiera, de ser ministro, se vería muy agobiado por la prisa del presidente, que sólo parece gallego (si es que los gallegos parecen algo) cuando le da la gana.
Un hombre, este presidente del Gobierno, que es incorregible. No da una alegría periodística. Va y nombra un equipo sensato y capacitado. ¿Es que no había en todo el PP un perfil parecido al de Bibiana Aído?
José Antonio Sentís, EL IMPARCIAL, 22/12/11