EL CONFIDENCIAL 12/09/13
ANTONIO CASADO
El día en que miles de catalanes se encadenaron por la independencia, animados por tres de los siete partidos políticos representados en el Parlament, en España subió la bolsa, el premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa declaró que “si queremos acabar con la violencia hay que eliminar los nacionalismos” y los organizadores de la cadena humana dijeron que Cataluña acaba de demostrar al mundo su voluntad de tener un Estado propio. Ustedes mismos.
En la polvareda de las vísperas se había perdido la ocurrente comparación de la “Vía catalana por la independencia” de ayer con la marcha por la igualdad de Luther King de hace medio siglo. Olvida el president, Artur Mas, el ocurrente, que en Washington se trataba de una aspiración recogida en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, mientras que la cadena de manos entrelazadas desde Le Perthus hasta Alcanar, sólo era la apuesta de unos partidos políticos en libre y democrática competencia con otros.
Tomen buena nota Rajoy y Mas de que lo de ayer invita a tomarse en serio el re-encaje de la diferencialidad catalana en la arquitectura del Estado. Por la vía del diálogo y con ánimo de poner fin a esta absurda deriva soberanista que augura todo tipo de males sin mezcla de bien alguno
El president espera que el éxito de la convocatoria convenza al presidente del Gobierno de que los catalanes quieren decidir ‘legalmente’ su futuro en un referéndum. Pero Rajoy, en la carta que hoy o mañana le va a hacer llegar, con mucha razón y poca emoción. Le habla de los “límites que no pueden sobrepasarse”. No puede decir otra cosa. La unicidad de la soberanía y la convocatoria de un referéndum con opción a dividirla son barreras legales que sólo pueden ser abatidas mediante una reforma previa de la Constitución.
He ahí la única, democrática, posible y legal vía catalana hacia la independencia, muy en línea con el pensamiento de Artur Mas cuando afirma: “El Gobierno de Mariano Rajoy debe comprender que en el siglo XXI las urnas son la solución y no el problema”.
Exacto. Aplíquense el cuento los partidos nacionalistas y sus líderes a la hora de buscar en las urnas y en el resto de las fuerzas políticas el apoyo suficiente para reformar la Constitución –es legítimo y está debidamente contemplada la previsión-, para hacer legalmente posible el respetable sueño de convertir a Cataluña en una unidad de destino en lo universal.
Y mientras tanto, tomen buena nota Rajoy y Mas de que lo de ayer invita a tomarse en serio el reencaje de la diferencialidad catalana en la arquitectura del Estado. Por la vía del diálogo y con ánimo de poner fin a esta absurda deriva soberanista que augura todo tipo de males sin mezcla de bien alguno. Para los que se sienten sólo catalanes, sólo españoles, tan españoles como catalanes, más catalanes que españoles o más españoles que catalanes. Esos son los estratos del hecho catalán, forjado en la pluralidad y el amor a su país. El discurso totalizante de uno solo de sus componentes no puede traer más que desgracias a los otros, que quedarían expuestos a la amputación de su identidad.