Mariano Rajoy no se moverá después de las elecciones gallegas y vascas del domingo. El líder popular desiste de hacer una nueva ronda de contactos para intentar formar Gobierno, pues considera que «realmente las cartas ya están echadas», él ya ha hecho «todo lo que se esperaba que hiciera» y ha hablado con todas las fuerzas políticas. Ahora, y ya de forma definitiva, deja en manos de Pedro Sánchez que mueva ficha, porque «simplemente con que el PSOE se abstenga, podremos gobernar».
Así se pronunciaba ayer Rajoy antes de conocer que Pedro Sánchez propondrá al Comité Federal del próximo 1 de octubre que no sólo mantendrá el no a su investidura, sino que intentará liderar un Gobierno alternativo al PP. La noticia trascendió mientras participaba en un acto en la localidad coruñesa de Arzúa, pero, tras saberse, el presidente en funciones optó por guardar silencio.
Previamente había hecho unas declaraciones que ya recogían su parecer sobre las intenciones de Pedro Sánchez. Recordó que si pretende gobernar con 85 escaños, «los partidos independentistas» y «toda la extrema izquierda española», pues «es otra opción», la aritmética da, pero a su juicio es «absolutamente disparatada».
Aunque volvió a repetir que «no sería bueno que hubiera terceras elecciones», Rajoy asume que cada vez es mayor la posibilidad de que en diciembre haya otra cita con las urnas. En este supuesto, dijo, su partido «daría la batalla». Él, además, se siente «con fuerza, con ganas, con ilusión y con determinación» para volver a encabezar la candidatura.
Lo cierto es que el PP recibió ayer con cierta perplejidad la posibilidad de que Sánchez intente otra vez presentarse a una investidura. En el partido aseguran que podían sospecharlo porque «los números dan», pero esperan que al dirigente socialista le pongan freno «los suyos». Fuentes populares confían en que los barones socialistas «no le dejarán» que intente formar Gobierno. El ministro de Justicia y Fomento en funciones, Rafael Catalá, incluso lo expresó públicamente al mostrar su esperanza en que los órganos de dirección del PSOE «no le permitan generar un daño importante» a España, al buscar un Gobierno «con radicales e independentistas».
Cualquiera de los dos caminos posibles –con Podemos y los partidos nacionalistas o con Podemos y la abstención de Ciudadanos–, al PP le parecen intransitables. De hecho, fuentes del partido circunscriben el último movimiento de Sánchez a «una nueva maniobra para evitar su derrocamiento. Ya lo hizo en febrero», señalan.
Los populares se muestran convencidos de que, como confirmó el propio Albert Rivera ayer, Ciudadanos no respaldará otra investidura de Sánchez con estos virtuales apoyos. Y sostienen también que el PSOE «no puede pactar con los independentistas». En este contexto, según el PP, de inviabilidad política, Rajoy lleva dos días consecutivos refiriéndose a la posible celebración de unas terceras elecciones y las opciones del PP de poder formar Gobierno se achican.
A la espera de que el PP obtenga el domingo un resultado decisivo en el País Vasco –una hipótesis que las encuestas no refrendan– que obligara al PNV a respaldar a Rajoy para continuar en el Gobierno vasco, la única otra opción plausible para los populares era conseguir la abstención del PSOE. Sánchez no dejó ninguna rendija en el discurso que pronunció en la investidura de Rajoy, pero en las últimas semanas, al hilo de las informaciones sobre la situación del PSOE, se había instalado en el PP cierta sensación de que Sánchez podía ser finalmente descabalgado de la dirección socialista. Los populares llevan esperando que esto suceda desde las elecciones del 20 de diciembre del año pasado. Incluso antes, cuando la tímida relación entre Rajoy y Sánchez se rompió por las acusaciones del socialistas en el cara a cara televisado, ya pensaban que la llegada de Susana Díaz a la cúpula del PSOE facilitaría un acuerdo. Siguen esperando la marcha de Sánchez con el único matiz, según fuentes populares, de «no confundir los deseos con la realidad».