LA RAZÓN, 22/12/11
El Gabinete quedará de la siguiente forma: vicepresidente primera y ministra de Presidencia, Soraya Sáenz de Santamaría; Economía y Competitividad, Luis de Guindos, Asuntos Exteriores y Cooperación, José Manuel García Margallo; Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, Defensa, Pedro Morenés; Hacienda y Aministraciones Públicas, Critobal Montoro; Interior, Jorge Fernández Díez; Fomento, Ana Pastor; Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert; Empleo y Seguridad Social, Fátima Báñez; Industria, Energía y Turismo, José Manuel Soria; Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, Miguel Arias Cañete; Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, Ana Mato.
Madrid- Mariano Rajoy ha seguido al milímetro su hoja de ruta desde que ganó las elecciones y ayer pisó la meta leyendo el guión que desde un primer momento había diseñado. Sin filtraciones, respetando la liturgia y el procedimiento y siendo él quien en última instancia anunciase a los elegidos para sentarse en su Consejo de Ministros. Esto extraña cuando la historia de las últimas legislaturas ha sido totalmente distinta y el Gobierno se ha llegado a conocer en la Prensa semanas antes de que el que iba a ser el nuevo jefe del Ejecutivo, entonces José Luis Rodríguez Zapatero, jurase su cargo. Y por eso Rajoy ha puesto tanto empeño en que su relato fuese el inverso, dentro de una estrategia, según explican fuentes de su entorno, en la que quiere marcar distancias «con estridencias» de la etapa socialista. Para él, su gestión del nombramiento del Gobierno es un símbolo más del rigor que quiere imprimir a su acción política.
Bajando de la poesía a la prosa, el nuevo Gobierno es «marianismo» en esencia. Es un Gabinete de leales, de amigos o personas de su máxima confianza, y con un perfil muy parecido: discreción, competencia, moderación y riesgo mínimo de que no sigan la partitura del director de orquesta. Combina el carácter político con el técnico, hasta el punto de que ha intentado ajustar en la mayoría de las carteras a aquel de los suyos más especialista en la materia, con alguna excepción como el aterrizaje de Ana Pastor en Fomento, un departamento que aun en crisis maneja mucho presupuesto.
Macroministerio social. Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad se integran en una «supercartera», como adelantó este periódico en su edición del pasado 22 de noviembre. De ella se encargará Ana Mato, directora de campaña a la que Rajoy premia por su trabajo en el partido. Al tiempo, le da una salida del mismo, lo que asienta la teoría de que la presidenta de Castilla-La Mancha, María Dolores de Cospedal, conseguirá en el próximo Congreso Nacional del PP mantenerse en la Secretaría General, una «golosa» plataforma en el ámbito nacional.
Quienes dentro del partido temían un «remake» de la etapa de Aznar han visto calmados sus temores, aunque hay tres ex ministros; y los que pregonaban un Gobierno que fuera en su esencia una continuación del Comité de Dirección del PP también han visto caer en saco roto su predicción. Rajoy ha sido tan fiel a si mismo que ha sido lo previsible que se esperaba y ha dado la sorpresa en la que se confiaba.
Área económica. La clave más importante de su Consejo de Ministros es que no delega la gestión de la crisis en un vicepresidente, que en lo malo incluso podría servirle de cortafuegos, sino que él será el presidente político y el presidente económico. Y para ejercer como tal se ha reservado, en una decisión sin precedentes, la presidencia de la Comisión Delegada de Asuntos Económicos, dentro de un curioso esquema de bicefalia entre el nuevo ministro de Economía, Luis de Guindos –fichaje del primer Gobierno del PP de la mano de Rodrigo Rato y que tras haber pasado por la empresa privada regresa a la primera línea de fuego– y el responsable de Hacienda, Cristóbal Montoro, quien ha estado llevando todo el peso del equipo económico en la oposición. De Guindos era más bien asesor personal de Rajoy que colaborador estrecho del equipo de Montoro, en el que en la sombra sí se han integrado otras figuras como la de Elvira Rodríguez, también de la etapa de Rato. Por cierto, uno de sus principales «padrinos» ha sido el hasta ahora coordinador de Relaciones Internacionales y jefe del Gabinete del presidente del PP, Jorge Moragas. La tercera pata del nuevo equipo económico es Fátima Báñez, cuota andaluza, de confianza de Montoro y de Soraya Sáenz de Santamaría, y la cara amable de la interlocución con los sindicatos y la patronal como responsable de Empleo.
Todopoderosa vicepresidencia política. Como se esperaba, la llevará Sáenz de Santamaría, ministra de Presidencia y portavoz. Efectivamente será la «mano derecha» de Rajoy, que coordinará el Gobierno y su relación con el Parlamento, y que además seguirá siendo la principal fuente de los «papeles» del presidente.
Interior y las otras carteras. Rajoy tutelará la Economía y también una cartera tan sensible como la de Interior, ante la espinosa gestión del anunciado final de ETA. Para ello, lleva allí al catalán Jorge Fernández, amigo y estrecho colaborador que ya le acompañó en el Gobierno de Aznar. Fernández conoce la materia porque fue gobernador civil en Asturias y Barcelona en los años ochenta, en una de las etapas más duras de ETA. También sabe de la materia que le ha tocado en suerte, Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, fiscal de carrera. Y lo mismo cabe decir del nuevo ministro de Exteriores, el europarlamentario José Manuel García Margallo, especialista en el área económica en Bruselas como portavoz en la Comisión de Asuntos Económicos y Monetarios. Es además amigo personal de Rajoy, con quien incluso veranea. Otro especialista aterriza en Agricultura y Medio Ambiente, el ex ministro Miguel Arias Cañete. Y a Defensa llega Pedro Morenés, conocido de Rajoy de la etapa de Gobierno, que ya fue secretario de Estado de este Ministerio y, nota importante, muy cercano a la Casa Real. Una de las sorpresas está en Educación, Cultura y Deportes por el fichaje del independiente José Ignacio Wert, asesor de Pedro Arriola, el «gurú» demoscópico de Rajoy y en quien se apoya para preparar sus principales discursos.
Sonrisas y juramento. Rajoy entró a la sala de Zarzuela serio. Allí sólo sonreían Zapatero y Moragas. Él, solemne, se colocó a cinco metros de la mesa donde descansaba la Biblia de 1791, el facsímil de 1980 de la Constitución y un crucifijo. Con paso firme se acercó a la mesa, puso su mano izquierda sobre la Biblia y juró. Cambio de mano al referirse a la Constitución para posar su mano sobre ésta. Luego, volvió a su sitio, se le acercó el Rey y durante unos minutos departieron, con el presidente ya más relajado.
LA RAZÓN, 22/12/11