José Antonio Zarzalejos, EL CONFIDENCIAL, 7/4/12
Caen chuzos de punta sobre el Gobierno. La oposición socialista, como pollo sin cabeza, corretea alocada denunciando las mentiras de Rajoy en -¡nada menos!- que cincuenta ruedas de prensa. Se encrespa Cataluña por deudas presupuestarias que ni se reconocen ni se cobran. En el País Vasco y Navarra, nacionalistas y socialistas rechazan la amnistía fiscal en sus haciendas forales con impostada dignidad ética, olvidando los opacos pagarés forales vascos y el coladero fiscal que ha constituido el impuesto revolucionario profusamente pagado a la banda terrorista ETA. La Izquierda (des) Unida de Andalucía quiere tomar el Palacio de San Telmo como los bolcheviques el de Invierno de los zares, entre discursos apocalípticos de Cayo Lara y la acracia de Sánchez Gordillo. Los servicios de estudios de grandes entidades nos auguran las plagas de Egipto, los mercados impulsan la prima de riesgo y los inversores huyen de la Bolsa como alma que lleva el diablo. Y sin embargo en España no hay alternativa a Rajoy y su Gobierno, salvo el propio Rajoy y su Gobierno y, en su defecto, la intervención de la economía española.
Esta es la cruda realidad. Que Rajoy y el PP han ofrecido un recital de improvisación (siete años en la oposición hacían suponer que traían los deberes mejor hechos) y de contradicciones (subir los impuestos que prometieron dejar como estaban y articular una amnistía fiscal que hace dos años rechazaron airadamente), es enteramente cierto. El presidente y su equipo ya están recibiendo la pena de hemeroteca que, afines y adversarios, no se privan de aplicarles. Los populares hicieron una oposición al PSOE de Zapatero sólo para ganar el poder, pero no para gobernar. Dejaron que el tiempo, la incompetencia del leonés y su entorno y sus políticas frívolas les hiciesen la labor opositora. Se condujeron como Arenas en Andalucía, sólo que con mejor resultado: con 10.800.000 votos obtuvieron una holgada mayoría absoluta. Y hasta aquí hemos llegado: sin el gobierno de Andalucía, con una huelga que no llegó a general pero fue más que una simple algarada, y con unos presupuestos generales duros pero ambiguos, que no disgustan a los expertos, pero que tampoco les convencen. Y el país, encendido, aunque sus ciudadanos –ya se sabe que funcionan los amortiguadores de la familia y la economía sumergida- cloroformizados en las vacaciones de Semana Santa, en casa, en el pueblo, en la playa o en la montaña. Más de ocho millones de desplazamientos.
España, su sistema político, ha entrado en una crisis simultánea y paralela a la económica. Son inseparables. Una de sus manifestaciones es que el país padece de hemiplejia: la izquierda que representa el PSOE está hundida y, allí donde aún emerge, depende de una extrema izquierda (IU) que es una rara avis en Europa. Si Sánchez Gordillo logra imponer sus criterios en Andalucía, la comunidad del sur de España se convertirá en un museo a la antigüedad política, al pleistoceno gubernamental en el Viejo Continente. Desde Berlín fletarán autobuses para contemplar el extraño suceso de una región española con un gobierno incrustado de doctrinarios a los que Keynes les parece un agente de la extrema derecha. Y mientras IU impone su ley al PSOE, los socialistas se apuñalan. Lo hicieron en Madrid, lo hicieron en Galicia y lo acaban de hacer en Valencia: a Pérez Rubalcaba no le quieren mayoritariamente en ninguna de esas tres comunidades y en Andalucía directamente le detestan. El PSOE es ahora, sólo, el socialismo andaluz porque el resto está en ruinas –véase al Partido Socialista de Euskadi-, o intervenido por los conmilitones de Cayo Lara. Ante el panorama de la izquierda española y de sus líderes, Rajoy es un Churchill redivivo y el Partido Popular una suerte de CDU a la española. De tal manera que cualquiera que cogite con la posibilidad de saltar de la derecha a la izquierda, no está en sus cabales. Sería salir de la sartén para caer en el fuego. O sea, que nuestra democracia, no tiene, aquí y ahora, alternativa. Es decir, de Rajoy a Rajoy. Por el momento… y por bastante tiempo.
De los nacionalismos, esperemos lo justo. Convergencia Democrática de Catalunya (CDC) se ha metido en un galimatías (expresión que se utiliza en la propia Cataluña para tratar de describir la confusión creada por la dogmática del XVI Congreso del partido que fundó Jordi Pujol) que consiste en desear un Estado propio y, a la vez, pretender representar a la mayoría de los catalanes y gobernar la Generalitat con el apoyo del PP. Unió se conforma con una confederación que ve complementaria a la tesis del Estado propio de su socio CDC (¿dónde aprendió Durán Lleida ciencia política?). El Partido Nacionalista Vasco anda a la búsqueda de un candidato a lendakari y ya parece que lo ha encontrado: Iñigo Urkullu, su actual presidente, al que sustituirá el vizcaíno Andoni Ortuzar. Pero la tentación del PNV es cogobernar con Bildu (o con Sortu, ya veremos), aunque el pragmatismo le tienta a hacerlo con el PP, lo cual sería aún más desquiciante que en Cataluña. Por supuesto, los nacionalistas vascos quieren también una revisión de su autogobierno “en términos de soberanía”.
Critiquemos tanto cuando se merezcan a Mariano Rajoy y a su Gobierno. Pero cuidado con las dosis de ricino. Porque si en algún momento tuvo sentido político sostener la necesidad de agarrarse a un clavo ardiendo, es ahora. Más allá de Rajoy y del PP no está el PSOE. Está el vacío, la nada política. ¿Por cuánto tiempo? Lo ignoro. Intuyo que por bastante. Todo el que necesiten los socialistas españoles para recuperarse de la gestión de Zapatero y encontrarle un sustituto con futuro a Pérez Rubalcaba. Todo el que necesiten para volver a ser unos socialistas europeos que no dependan de la más radical extrema izquierda de Europa (IU). Todo el preciso para que se rediman de la herencia entregada a un Rajoy que ha de reinventarse tanto cuanto sea necesario para que sus reformas ofrezcan resultados y la historia se vuelva de cara. Golpéese al Gobierno con la hemeroteca cuanto se quiera. Pero no tan fuerte como para que las lesiones le induzcan a un coma y aquí nos quedemos a dos velas y terminen por apretarnos a un tecnócrata tan pérfido como Mario Monti que se rodee de ministras que lloran mientras reducen –en tiempo y en cantidad- el subsidio de desempleo; merman las pensiones; limitan la sanidad y mandan al carajo una democracia que como la española necesitará pronto un cirujano de hierro, muy demócrata pero de hierro. ¿Será Rajoy ese hombre? Dejemos que corra la historia porque aquí van a pasar muchas cosas.
José Antonio Zarzalejos, EL CONFIDENCIAL, 7/4/12