ABC – 24/07/16
· El entorno del presidente asume la negativa de Ciudadanos y aconseja que rechace ir al Congreso el día 2 de agosto «para sufrir y no ganar»
· Malestar en La Moncloa: El veto reiterado de Rivera y Girauta a Rajoy ha molestado mucho al presidente en funciones.
Salvo que se obrara el milagro y Albert Rivera anunciara el jueves al Rey que votará a favor de Mariano Rajoy y, con efecto dominó, Pedro Sánchez cambiara su negativa a la investidura por una abstención, ni el 2 de agosto habrá discurso del candidato a presidente, ni un día después primera votación ni el viernes 5 segunda oportunidad para que, por mayoría simple, el actual jefe del Gobierno en funciones salga de nuevo investido con todos los poderes.
A esa conclusión ha llegado Rajoy después de comprobar durante los últimos días que todo lo que podía ir a peor ha ido: su acercamiento a los nacionalistas catalanes para negociar la Mesa del Congreso ha cargado de razones a Ciudadanos para, lejos de endulzar su comprometida abstención con un sí (que otorgaría al PP 169 votos favorables, a solo siete de la mayoría absoluta) empujando al PSOE a no bloquear una investidura «de libro», han enquistado la posición de mínimos de Rivera, dispuesto solo a una «abstención técnica» en la segunda votación y con la amenaza latente de volver al no si el PP tiende más puentes con la antigua Convergència.
Aunque, como ha reconocido la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, el presidente sigue «intensa y discretamente» negociando, fuentes próximas al líder popular reconocen que «las últimas manifestaciones de Juan Carlos Girauta, vicesecretario de Ciudadanos, reafirmando el veto personal al líder del PP, que imposibilitaría un voto afirmativo a su candidatura, han molestado mucho a Rajoy, que es consciente de que las dificultades son ahora mayores que hace unos días».
La documentación económica remitida desde La Moncloa a Rivera, distinguiéndole así como actor preferente de las negociaciones, ha pasado a ser papel mojado, según admiten en el PP. No obstante, el presidente quiere hacer entender al político catalán, con el que ha hablado en varias ocasiones en estas últimas horas, que la estrategia de aproximación a Convergència nada tiene que ver con la posición del Ejecutivo respecto a la deriva secesionista de las autoridades catalanas.
No solo no tira la toalla respecto a Ciudadanos, sino que el equipo negociador de este partido ha recibido de nuevo, como último intento de acercamiento, el ofrecimiento de que el acuerdo para la investidura incluya la entrada en el Consejo de Ministros tanto de Rivera como vicepresidente y portavoz como de otros miembros de esa formación en carteras importantes. Por el momento, la respuesta de los aludidos sigue siendo la negativa. «Si no entendemos que Rajoy sea la persona indicada para liderar la nueva etapa, menos nos vamos a implicar admitiendo la entrada de Albert como vicepresidente», sostienen en la formación naranja.
Hasta el propio Rivera ha insistido en los últimos días en que no se planteará un voto afirmativo si el candidato a la presidencia sigue siendo Rajoy. Tanto es así que el líder de Ciudadanos recordó en una reciente entrevista en «El País» que no sopesa entrar en el Ejecutivo, como ocurre con otras formaciones europeas en Gobiernos de coalición, porque «en esos países de Europa no aparecía el presidente en los papeles de Bárcenas».
«La obsesión de Rivera»
Fuentes populares consideran «una auténtica obsesión de Rivera» sacar siempre a relucir el caso del extesorero e intentar vetar al actual presidente que ha obtenido 52 escaños más que el segundo partido, el PSOE, y casi cinco millones de votos más que la propia fuerza naranja. Encalladas las negociaciones con Ciudadanos, en el PP ni siquiera se sueña con que el PSOE reflexione sobre su negativa. El silencio de Sánchez, cada vez más significativo en comparación con las voces de antiguos exministros socialistas que han alertado sobre la necesidad de formar Gobierno lo antes posible, no invitan al optimismo.
Las gestiones de Rajoy han implicado a destacados representantes de la vida social y política que habrían servido de interlocutores para que «Sánchez entrara en razón». Sin éxito, según parece. Esos enviados han intentado también hacer entender a los socialistas, como al resto de fuerzas, que si se llega a septiembre con el actual bloqueo político, la prórroga presupuestaria dejará sin subida a los pensionistas y sin revisión de salarios a los funcionarios, por no hablar de la falta de respuesta de España a los compromisos con Bruselas y la imposibilidad de marcar el techo de gasto que esperan las autonomías para elaborar sus presupuestos.
Es decir, el Gobierno ya ha hecho saber que no todas las partidas se activan automáticamente con una prórroga de los presupuestos: es el caso de las pensiones y el salario de los empleados públicos. Por no hablar de las 19 directivas europeas que no han sido traspuestas, con el riesgo de multas que ello comporta.
Puestas así las cosas, Rajoy está haciendo dos cosas, en paralelo a las negociaciones: preparar su debate de investidura, aunque tenga que tirarlo a la papelera, y sondear una solución legal para, en caso de que no se presentara a la investidura, empezaran a correr los plazos para otras elecciones. Modificar el artículo 99 En este sentido haría falta la modificación del artículo 99 de la Constitución, añadiendo una cláusula que determinara el tiempo necesario para que empezaran a correr los plazos para los nuevos comicios, en el caso de que ningún aspirante tuviera apoyos suficientes para someterse a las votaciones de investidura.
Por eso, la semana que comienza mañana, la última del mes de julio, es crucial. La ronda de consultas que iniciará pasado mañana el Rey con los 14 portavoces parlamentarios, y que se sustanciará en solo tres días frente a los cinco que duraron las que siguieron al 20-D, pueden acabar con o sin encargo a Rajoy. Sí la encomienda llega, será prerrogativa de la presidenta de las Cortes, Ana Pastor, fijar la fecha para la doble sesión de votaciones que «en absoluto –recuerda un ministro en funciones– tiene que celebrarse la primera semana de agosto». Tanto es así, que el propio presidente al anunciar las fechas «más razonables» del 3 y 5 de agosto, aclaró que, si las negociaciones no hubieran prosperado, «se abriría un periodo de reflexión para intentar avanzar en los acuerdos». Y Ciudadanos parecen abocar a esa prórroga de los plazos.
ABC – 24/07/16