EL MUNDO – 30/12/15
· Defiende una «amplia mayoría» para «preservar los grandes valores constitucionales»Afirma que si se repiten las elecciones se volverá a presentarSánchez reitera que nunca pactará con el PP.
Concluida la primera ronda de contactos entre los líderes de las principales fuerzas políticas, las cartas empiezan a ponerse sobre la mesa. El último en mostrar su baza ha sido quien juega de mano: el candidato del PP, el partido más votado, y presidente del Gobierno en funciones.
Rajoy convocó ayer a los medios de comunicación en La Moncloa para explicar su posición y plantear su oferta con vistas a conformar un nuevo Ejecutivo con fuerza suficiente para asegurar la gobernabilidad del país.
El presidente en funciones propuso la formación de un Gobierno de gran coalición –una definición que se resistió a utilizar– integrado por PP, PSOE y Ciudadanos. O lo que es lo mismo, un tripartito respaldado por «más de 200 escaños», capaz de garantizar la unidad de España y su estabilidad política y económica y que proporcione seguridad y certidumbre tanto dentro del país como en el exterior.
Se trata de una propuesta de máximos que, a día de hoy, parece chocar contra el muro de la negativa tajante del PSOE y de las reticencias de Ciudadanos. Sin embargo, en el círculo más próximo a Rajoy acarician la esperanza de que a medida que transcurra el tiempo y se constate la imposibilidad de conformar una alternativa de macroalianza de izquierdas, pueda tomar cuerpo, si no en su plenitud, sí bajo la forma de un acuerdo que permita la investidura del líder del PP.
El candidato de los populares insistió en que su «obligación» es «cumplir con el mandato de los españoles» que, a la vista de los datos que arrojan las urnas, apunta a la construcción de un Gobierno, «de amplio espectro», encabezado por él. Más aún, en el hipotético caso de que se constatara la imposibilidad de sacar adelante la investidura del presidente y el país tuviera que pronunciarse nuevamente en unas elecciones, Rajoy volvería a presentarse como aspirante en nombre del PP. Así lo confirmó ayer él mismo.
Según su análisis, tras constatar que el PP ha conseguido 1,7 millones de votos y 33 escaños de ventaja sobre el segundo partido en liza (PSOE), haber sido la fuerza más votada en 13 comunidades autónomas más Ceuta y Melilla y haber conseguido la victoria en 39 provincias, «la voluntad de los españoles es clara». Señala, en su opinión, que la balanza del Gobierno se inclina en favor del PP.
Pero, además, trascendiendo los números que han cosechado los populares, Rajoy concluye, interpretando la mayoría de los votos que han logrado PSOE y Ciudadanos, que una mayoría nítida de españoles ha optado por la defensa de los «principios constitucionales», es decir, la unidad de España, la soberanía nacional, la igualdad y la primacía de la ley, así como por la consolidación de la recuperación económica, la defensa de la posición española en la escena internacional y la lucha sin fisuras contra el terrorismo yihadista. «Estas son las cuestiones fundamentales», recalcó, «por las que han apostado los ciudadanos».
En consecuencia, mantiene que «lo más razonable y lo que más se ajusta a la voluntad de la mayoría es un Gobierno de amplio apoyo parlamentario que dé certidumbre». «Esta solución», reiteró, «sería muy positiva para preservar los valores constitucionales y hacer, por amplio consenso, las grandes reformas que aún se necesitan para proseguir con el crecimiento económico y la creación de empleo».
El candidato popular, fiel a lo que defendió a lo largo de toda la campaña, repitió el argumento de que la economía española se apoya ahora sobre «bases sólidas». Y citó el crecimiento del 3,2% que pronostica el Banco de España para el conjunto de 2015 y los 600.000 empleos que se han creado en el ejercicio. Así, advirtió: «Si no nos confundimos y apostamos por un Gobierno que dé estabilidad y confianza, podremos tener cuatro años muy positivos para todos».
En su opinión, «existe un marco lo suficientemente amplio» como para acabar generando acuerdos entre las principales fuerzas políticas.
Su propuesta de gran coalición, tripartito o Gobierno de concentración, de prosperar sumaría el apoyo de 253 diputados, una mayoría absolutamente imbatible frente a las fuerzas más radicales y a las de corte independentista, pero que le obligaría a desplegar en su seno un ejercicio de diálogo y consenso continuo.
Ayer, Rajoy no quiso profundizar en las negociaciones que deberían desarrollarse, si el pacto se produjera, para distribuir el poder entre sus tres eventuales protagonistas. Los repartos de vicepresidencias y carteras ministeriales son, hoy por hoy, «detalles» que sólo viven en el terreno de un hipotético futurible.
Es más, Rajoy, por ahora, ni siquiera se presta a enseñar los comodines que reserva para la negociación más acuciante que es la del reparto de puestos en la Mesa del Congreso. Su posición en este momento es la de que la Presidencia de la Cámara debe estar ocupada «como siempre» por un miembro del partido más votado que, según él, también debe ser el que ocupe la Presidencia del Gobierno.
En este sentido, respondió a la aspiración del PSOE de asumir la autoridad del Hemiciclo, afirmando que una fuerza que sólo ha conseguido 90 escaños «no puede pretender» encabezar el Congreso y el Ejecutivo.
El candidato popular, aún a sabiendas de que su propuesta de Gobierno se enfrenta a muchos obstáculos, alberga un hilo de esperanza. De las conversaciones que ha mantenido estos días concluye que con Ciudadanos y su líder, Albert Rivera, hay muchos puntos de coincidencia; con Podemos y Pablo Iglesias, prácticamente ninguno, y con el PSOE y Pedro Sánchez se mantiene la incógnita porque los socialistas están sumidos en su propia batalla interna.
En los escenarios posibles que se analizan en Moncloa y Génova, desde luego, no se soslaya la variable decisiva que puede introducir la posible investidura de Artur Mas y el consiguiente relanzamiento del proceso independentista. De ser así, habría una justificación más para insistir en la necesidad de un Gobierno que defienda «como primer punto» la unidad de España. Y el PSOE, añaden, tendría que retratarse sin ambigüedad.
El presidente en funciones calificó ayer la situación política en Tataluña como «lamentable» y vaticinó que cualquier Gobierno apoyado por la CUP será «un auténtico desastre». Por eso apostó por «buscar otra alternativa o ir a nuevas elecciones».