EL CORREO 05/06/14
· Advierte a CiU de que no es momento de «políticas pequeñas» y elogia a los socialistas por su sentido de Estado en los momentos relevantes
· Se siente traicionado por la federación nacionalista catalana, que prometió un sí a la ley de abdicación
Mariano Rajoy, tras presidir ayer junto al primer ministro de Portugal Pedro Passos Coelho la XXVII Cumbre HispanoLusa en la ciudad portuguesa de Vidago, quería hablar de economía, de cómo las reformas y los ajustes de su Gobierno habían devuelto a España a la senda del crecimiento y habían permitido a Portugal librarse de la severa tutela que le impuso Bruselas tras ser rescatado como país por la Unión Europea. Pero el presidente del Gobierno llevaba dos meses y medio sin ofrecer una rueda de prensa y, además, tan sólo 48 horas después de que el Rey anunciase su abdicación en favor de su hijo, el príncipe Felipe. Por todo ello, el jefe del Ejecutivo tuvo que responder a cuatro preguntas relacionadas con el relevo en la Corona y con el incipiente debate entre Monarquía y República que, de momento, sólo impulsan partidos minoritarios de izquierda.
Rajoy se mostró satisfecho del notable apoyo, más del 87% de los diputados del Congreso, con que saldrá adelante la ley orgánica que regula la abdicación del Monarca. Un consenso que confía en mantener durante todo el proceso sucesorio porque España vive un «momento muy importante» de su historia. «España tiene una democracia avanzada y unas instituciones fuertes que estarán a la altura de las circunstancias», remachó.
Unas miras que también reclamó a todos los partidos del arco parlamentario, aunque dejó claro que, a su juicio, CiU y el PNV están practicando «política pequeña» sin ser el momento para ello.
Rajoy arremetió con dureza, sobre todo, contra la formación que dirige Artur Mas, tras anunciar su abstención en el pleno que formalizará la abdicación del Rey. Se centró en el nacionalismo catalán porque formó parte, a diferencia de los nacionalistas vascos, del consenso constitucional de 1978. Por el tono, pero sobre todo por el contenido del reproche que dedicó a CiU, el presidente del Gobierno transmitió la sensación de que se sentía traicionado por los nacionalistas catalanes. Fuentes del Ejecutivo, tras mantener el martes conversaciones con Mas y con el portavoz de CiU en el Congreso, Josep Antoni Durán i Lleida, daban por hecho el sí. Rajoy negó con vehemencia, como había denunciado CiU, que el Gobierno hubiera desdeñado a esta formación durante este crucial proceso sucesorio. «El Gobierno ha sido leal y transparente con todos y nadie ha sido ignorado ni preterido», zanjó.
No dejó escapar la oportunidad de intentar poner encima de la mesa la, a su juicio, contradicción que supone que un partido como CiU, que votó a favor de la Constitución de 1978 y, por lo tanto, de la figura del Rey, dé ahora un paso atrás. Rajoy recalcó: «Todo el mundo puede tomar la decisión que estime oportuno y conveniente en base a su historia, su libertad y trayectoria y sus propios intereses, lo único que me gustaría es que no hiciésemos política pequeña».
El relevo en el PSOE
Rajoy acudió a esta cumbre Hispano-Lusa acompañado de siete ministros. El destino quiso que Portugal organizase el encuentro en un palacio de Vidago que fue iniciado por la Monarquía lusa pero que, tras la instauración de la República, tardó cien años en inaugurarse.
Al mandatario español le interpelaron sobre si temía que el relevo en el liderazgo del PSOE pudiera avivar en esta formación el debate entre Monarquía y República en España. Eludió responder sobre la cuestión, pero expresó su total confianza en que podrá renovar el consenso que tiene ahora con el principal partido de la oposición en temas que afecten al corazón del Estado.
Rajoy alabó el comportamiento «serio, ejemplar y con sentido de Estado» que ha mantenido Alfredo Pérez Rubalcaba tanto en las semanas previas al anuncio de la abdicación como en las 72 horas transcurridas desde entonces. «Y no tengo la más mínima duda –añadió– de la posición del PSOE en las próximas fechas». Lo que sí hizo fue negar de manera tajante que el anuncio del Rey se hubiera precipitado ante el temor por las consecuencias que pudiera tener en el PSOE la marcha de Rubalcaba. El jefe del Ejecutivo insistió en que el Rey le comunicó su convencimiento de que era mejor ceder el testigo a su hijo meses antes de las elecciones europeas, es decir, antes de que el actual secretario general pusiera fecha a su adiós.