EL MUNDO 29/10/14
· Barones, algún ministro y altos cargos transmiten a Moncloa el hartazgo de los ciudadanos
La macrorredada llevada a cabo en el marco de la operación Púnica ha sumido a buena parte de los cargos del PP en el estupor y en la vergüenza, a los ciudadanos en el hastío y en el desengaño y al Gobierno en un estado de shock y miedo a la respuesta que los votantes le reservarán en las urnas.
Ha sido, en definitiva, la gota que ha colmado el vaso del descontento contenido de muchos –dirigentes y cuadros medios populares, barones autonómicos, ministros y secretarios de Estado– y ha forzado al presidente a dar un giro de 180 grados en su estrategia de minimizar el problema para hacer, por fin, un gesto de urgencia para atemperar el escándalo. La falta de respuesta del partido había convertido la situación en una emergencia.
Rajoy se vio obligado ayer a pedir «disculpas» públicamente a los españoles por la «indignidad» de algunas personas a las que la cúpula del PP, cuando no él mismo, avaló y situó en altas responsabilidades de las que, «en apariencia», dijo, han abusado. El presidente ha pasado así en un par de días de hablar de «unos pocos» casos de corrupción dispersos en la inmensidad del partido a tener que pedir perdón personalmente a la ciudadanía.
Fue sólo una declaración leída aprovechando la primera pregunta que se le dirigió en la sesión de control del Senado, pero para muchos resultó ser más de lo que esperaban, habida cuenta de que en las últimas semanas se han sucedido casos de corrupción que han afectado directamente a miembros muy destacados del PP y hasta ahora Rajoy apenas se había pronunciado sobre los mismos, mientras la dirección de su partido se escudaba en el consabido «dejar hacer a la Justicia» para no tomar decisiones contundentes.
Ayer, sin embargo, el presidente leyó una nota que fue un acto de contricción siguiendo el camino que había marcado el lunes por la tarde, apenas unas horas después de activarse la redada, la presidenta del PP de Madrid, Esperanza Aguirre.
La rueda de prensa de Aguirre era interpretada ayer por los populares desde dos ángulos divergentes: unos la veían como una muestra de oportunismo a incluir en el contexto de una carrera electoral, y otros como una prueba de agilidad y reflejos ante el creciente enfado de los españoles. Respecto a su voluntad de enmendarle la plana a Rajoy señalaban que es «el pan de cada día».
Sea como fuere, lo cierto es que el presidente se apuntó a su ejemplo y entonó en la Cámara Alta una suerte de mea culpa, acuciado también por las duras palabras de algún barón como el extremeño José Antonio Monago, que no dudó en reclamar una limpieza a fondo de las «alcantarillas» del partido para extraer toda la suciedad y todo el «pus». En las últimas 24 horas, los barones del PP habían trasladado a Génova su malestar por la falta de respuesta. Aunque se aplaudió la decisión de expulsar a los implicados en la operación Púnica, seguían echando de menos una posición política cristalina. «La ausencia de reacción es lo peor, la indefinición en esta materia es mortal si se pretende recuperar la confianza de los ciudadanos», señalaba el lunes un barón popular.
Consciente de este murmullo interno, Rajoy ayer reaccionó. «Lamento profundamente la situación creada y no sólo comprendo el enfado perfectamente justificado de los ciudadanos, sino que comparto su indignación y su hartazgo. Estas conductas resultan particularmente hirientes cuando los españoles han tenido que afrontar tantos sacrificios y hacer tantos esfuerzos para sacar al país de la crisis», aseguró Rajoy antes de prometer máximo rigor para garantizar la «limpieza de la vida pública» y para que cualquier cargo público «se lo piense antes de caer en la tentación de corromperse».
El presidente también hizo un guiño especialmente dirigido a diputados, senadores y segundas escalas cuando aseguró que no permitirá que la «mancha» se extienda ensuciándolos injustamente a todos.
En este sentido, Rajoy recalcó que no demorará ni un minuto más la aprobación de las propuestas de ley sobre el estatuto de los altos cargos y sobre el control político-financiero de los partidos. Si se consigue con el apoyo de la oposición, mejor, pero si no es posible ambas normas saldrán adelante con los votos de la mayoría parlamentaria del PP.
De esta forma, Rajoy recuperaba ayer algo de la iniciativa política que había perdido en este terreno, retando directamente al PSOE a sumarse a un pacto por la regeneración o dar explicaciones de su negativa a los ciudadanos.
La pregunta ahora en el PP es qué va a suceder después de que el presidente haya pedido perdón. El debate interno no se centra sólo en la falta de una respuesta política, sino en la inoperancia del partido a la hora de contestar. Vuelve a ponerse de manifiesto una duda que ya es recurrente en el PP: si es operativo que la secretaria general sea a la vez presidenta de Castilla-La Mancha. No son pocos los que apuntan en el partido que María Dolores de Cospedal está «desaparecida». El lunes, afirman, cuando se conoció la dimensión de la operación policial, «debería haber comparecido ella y no González Pons». En Génova se defienden asegurando que de haberlo hecho se exigiría igual un pronunciamiento de Rajoy. Y añaden que lo importante es lo que se anunció –expulsar a los implicados– y no quién lo hizo. Cospedal, además, «había hablado de corrupción el sábado en Murcia».
Sobre la reacción del presidente, señalan desde la dirección que Rajoy sabía que debía hablar y «la primera oportunidad de hacerlo era el Senado». «Nadie le ha empujado. Tenemos al Comité de Derechos y Garantías de guardia, ayer se expulsó a otro militante», contestan. Y, aunque se admite el descontento interno, se asegura que el perdón de Rajoy ha tranquilizado la situación.