EL PAÍS, 30/7/2011
Una vez más, Mariano Rajoy esperó y esperó hasta que los acontecimientos giraron a su favor, y el momento llegó. Ya están convocadas las elecciones, como pidió durante un año; la maquinaria del PP está en marcha y la sensación de euforia contenida es total en la calle de Génova.
Los populares dan por hecha ya una mayoría absoluta muy cómoda, y creen que solo hay algo que puede estropearla: el miedo al PP.
Por eso Rajoy, en la segunda rueda de prensa en la calle de Génova en este año -tal vez la última antes de las elecciones, ya que nunca las realiza en campaña- se preocupó en todo momento de tranquilizar a los electores.
El líder del PP apartó las críticas a Zapatero e ignoró a Rubalcaba para concentrarse en dar una imagen moderada, que es la que ahora está buscando. El trabajo de desgaste del PSOE ya está hecho, creen los estrategas del PP. Ahora toca tranquilizar. «He venido a hablar de futuro. Hay que recuperar la concordia. Aspiro a gobernar desde el centro, la moderación y el diálogo. Haré un Gobierno creíble, previsible y solvente en el que el conjunto de los españoles puedan confiar», sentenció Rajoy.
Una de las protestas más claras del 15-M plantea que los gobernantes se presentan a las elecciones con un programa suave y hacen lo contrario al llegar al Gobierno. Es lo que hizo Zapatero. Pero le sucedió a otros gobernantes europeos. Acaba de pasar en Italia. Y en Portugal, donde pocas semanas después de ganar las elecciones, Pedro Passos Coelho, al que Rajoy visitará la primera semana de septiembre, anunció algo que durante la campaña había prometido que no haría: un impuesto equivalente al 50% de la paga de Navidad para todos los portugueses.
Mucha gente incluso dentro del PP asume que Rajoy tomará medidas drásticas que no irán en su programa, con la excusa de que se han encontrado unas cuentas peores de las esperadas. Rajoy contestó ayer para tratar, de nuevo, de no dar miedo.
-¿No sería más transparente y democrático que anunciara ya los recortes duros que puede tener pensados?, se le preguntó.
-Yo no tengo intención de hacer recortes sociales, otros sí lo han hecho. Yo no tengo ninguna intención de hacer recortes. Ahora no me pida que le presente un presupuesto porque sabe que eso es imposible. Aquí se habla mucho de recortes, de reducir gasto, creo que hay que reducirlo selectivamente. Pero creo que se habla poco de crecer y de crear ingresos con ese crecimiento, que es lo importante, respondió el líder del PP.
El compromiso fue muy claro en un día solemne en que se anunciaron las elecciones, por lo que esas palabras son válidas como una promesa electoral hecha en plena campaña.
Los populares creen que los recortes de Zapatero les han puesto la campaña muy fácil, porque han eliminado el argumento principal del PSOE: el de que el PP acabará con el Estado del bienestar. Rajoy está preparando un programa electoral muy genérico, sin propuestas impopulares; esas vendrán después de las elecciones si son necesarias, explican.
Aun así, Rajoy lanzó la idea de que la situación en la que se encontrará el país si gana es compleja. «Soy consciente de que el Gobierno que salga tendrá una tarea muy difícil, porque España tiene muchos problemas, pero tendrá un horizonte de tiempo y un mandato claro y renovado de los españoles».
El líder del PP no quiso contestar a la pregunta de qué hará si pierde por tercera vez. Es algo que ninguna encuesta contempla y que el PP descarta, pero es evidente que no podría seguir.
Sí contestó a la segunda, a la pregunta de si está dispuesto a debatir con Rubalcaba. No citó a su rival, y tampoco hizo un compromiso firme -eso depende de los directores de campaña, dijo, como si no fuera una decisión suya-, pero apuntó que sí habrá debate. «A mí me encanta debatir, yo lo haré encantado». En el PP dan por hecho que lo habrá. Rajoy no quiso debatir en 2004 con Zapatero, y él mismo lo consideró un error.
Pocas veces un hombre cauto como Rajoy deja que sus gestos demuestren su estado de ánimo. Ayer no pudo evitarlo. Estaba muy satisfecho y se le notó nada más arrancar la rueda de prensa. No solo porque ya ha llegado el momento esperado -aunque sus estrategas hablan ya de una campaña larguísima- sino porque acertó en sus previsiones, algo que le encanta. Suele hablar con orgullo de su olfato, que achaca a los 30 años que lleva en política. Y estaba muy seguro del adelanto.
Le sorprendió la fecha, el 20-N, que los populares ven como un juego para movilizar algo a la izquierda, aunque lo consideran inútil, porque la economía, explican, arrastra todo y hundirá al PSOE como sucedió el 22-M. En el PP están ahora más tranquilos con un horizonte claro y mucho trabajo por delante. Todo se precipitará. Rajoy se olía este final, aunque también tuvo información privilegiada: el jueves le llamó Zapatero para contárselo.