EL MUNDO 14/04/15
· El presidente del Gobierno corrige al catalán: «Barcelona es capital española»
Lo que se pensó que podía ir mal, fue mal. Las pretendidas palabras de bienvenida a las que fue invitado Artur Mas en la inauguración de la Cumbre de Barcelona se convirtieron en una reivindicación nacionalista en toda regla por parte del presidente de la Generalitat ante los 32 ministros de Exteriores de la UE y del sur del Mediterráneo. Y la intervención de Mariano Rajoy, en medio de este escaparate internacional, se trocó en pública réplica al barón autonómico. Rajoy dijo la última palabra, pero el cruce de mensajes dejó un sabor agridulce en la diplomacia española.
Porque lo que allí se escuchó fueron dos visiones antitéticas de una misma realidad política, histórica y cultural. Mas dio la bienvenida a Barcelona como «capital mediterránea y europea», mientras que Rajoy lo hizo a la «ciudad catalana, capital española del Mediterráneo». El líder soberanista no sólo no pronunció la palabra España, sino que vinculó las raíces de Cataluña y de la Ciudad Condal con Alemania –«Nuestro cordón umbilical era con Europa, con el Imperio Carolingio y su capital, Hagen», afirmó–, para subrayar: «Y este cordón umbilical nunca se ha roto, sigue alimentando nuestra identidad, nuestra realidad y nuestro proyecto».
Rajoy, en cambio, tiró de una cita preparada sobre Miguel de Cervantes –por si le hacía falta, como bien se temía–, para definir a Barcelona «honra de España y flor de las bellas ciudades del mundo». Y con ella dio réplica también a otra cita de Mas, esta vez, de Winston Churchill: «Cuanto más hacia atrás podemos mirar, más hacia adelante puedes ver», recordó, para advertir de que «por eso» los catalanes «podemos mirar lejos hacia nuevos horizontes, que imaginamos mediterráneos y europeos».
Mas aprovechó la visita de los ministros europeos para asegurar que «del siglo XIV data la institución de la que soy el presidente número 129, que nació en 1359 y que es una de las más antiguas de Europa todavía vívas». «Nuestras raíces son muy profundas y por ello nuestra identidad no se ha perdido», llegó a presumir, eso sí, sin llegar a pronunciar la palabra nación en relación con Cataluña.
Lo cierto es que Rajoy no se amilanó y, marcando de manera inusual perfil polítco en clave nacional, reivindicó la paternidad de la elección de Barcelona como sede de la Cumbre: «El Gobierno vuelve a situar a Barcelona en el epicentro de la política mediterránea». Para cerrar su intervención, hizo un último guiño al díscolo nacionalista al pedir a sus invitados lo mismo que le viene pidiendo a él: «Lo común frente a lo que nos separa»; la «unidad, frente a la disgregación».