Mariano Rajoy no quiere desistir. Hasta el último minuto enarbolará la bandera del contacto institucional con Cataluña. No harán mella en su decisión ni los desplantes, ni las sillas vacías, ni los desafíos rotundos. El presidente del Gobierno se niega a dar por fracasada la operación diálogo, ésa que ha querido impulsar designando a la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría titular de la cartera de Administraciones Territoriales con un objetivo prioritario: intentar restablecer puentes y reencauzar caminos con la Generalitat.
Ni siquiera después de la última reunión entre la vicepresidenta y su homólogo catalán, Oriol Junqueras, en Barcelona, en la que éste quiso dejar muy clara la voluntad del Govern de celebrar, a más tardar el próximo mes de septiembre, un referéndum de autodeterminación con o sin autorización del Ejecutivo central. Un reto en toda regla que Rajoy prefiere obviar por el momento.
En la estrategia del presidente en relación con Cataluña, el punto primero sigue siendo, pese a todo, el mantener en pie la oferta de conversar, dialogar y llegar a acuerdos en «todo» lo que sirva para facilitar la vida de los ciudadanos. De ese paquete sólo se excluye un asunto: la posibilidad de celebrar una consulta pro independencia, el único objetivo que parece ocupar la agenda de las autoridades catalanas.
Más aún, el presidente del Gobierno asegura estar dispuesto a mantener un encuentro en breve con Carles Puigdemont, si bien le parece oportuno recordar que «el primer paso» debería darlo el catalán acudiendo a la Conferencia de Presidentes Autonómicos que se celebrará el próximo martes en el Senado y en la que se apretará por fin el botón que activará la negociación de un nuevo sistema de financiación autonómica, además de otros acuerdos de máximo interés para los ciudadanos. «No es conveniente dejar la silla vacía porque al final son otros los que acaban opinando en tu lugar», le recomendó Rajoy al president desde la distancia de una rueda de prensa conjunta con el primer ministro irlandés, Enda Kenny, en La Moncloa.
«El diálogo no ha fracasado», aseguró antes de insistir en la «magnífica oportunidad» que ofrece la cita del martes en la Cámara Alta «para abordar lo que realmente importa a los españoles».
Esa voluntad de abrir canales y esa disposición a conversar sobre «todo» únicamente tiene un terreno vetado. Ayer, lo reiteró Rajoy «con meridiana claridad y para que nadie se llame a engaño».
«No autorizaré», recalcó, «la celebración de ningún referéndum que afecte a la unidad de España, a la soberanía nacional y a la igualdad de los españoles». Y no lo hará, dijo, por dos razones: porque no puede y porque es algo en lo que no cree.
Pese a todo, no renunció a ofrecer por enésima vez su disposición a «hablar» y «entenderse» sobre los más diversos asuntos, ya sean inversiones, futuros Presupuestos, Estado del Bienestar… El presidente, de hecho, mantiene que en los últimos tiempos se han incrementado los contactos entre ambos gobiernos, especialmente desde que Santamaría ha volcado en ello buena parte de sus esfuerzos. El diálogo ahora es, en su opinión, «muy fluido».
No ve, en consecuencia, ningún problema para que se produzca «en próximas fechas» la esperada reunión con Puigdemont, aunque siempre partiendo del principio de que en ningún caso se realizará una consulta con el objetivo de «liquidar la soberanía nacional». Rajoy está totalmente convencido de que la suya es una posición «sensata y abierta», a diferencia de otras, dijo, que «no conducen a nada».