EL MUNDO 29/12/12
· Dice que le recibirá «cuando él quiera»
· «No me desviaré de mis obligaciones constitucionales»
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ayer, durante su comparecencia ante la prensa para hacer balance de su primer año en la Moncloa. / BERNARDO DÍAZ
Mariano Rajoy tendió ayer la mano y ofreció diálogo por enésima vez al recién investido presidente de la Generalitat catalana, Artur Mas. Lo hace con la esperanza de que éste reflexione, rectifique y dé marcha atrás en la carrera que ha emprendido hacia el independentismo.
El presidente del Gobierno está incluso dispuesto a reunirse con él en La Moncloa en el momento en que Mas lo pida. «Cuando él quiera y con mucho gusto», aseguró el jefe del Ejecutivo con decisión.
Por su parte, la cita, sin condiciones previas, sólo debe ir acompañada de una prevención: Rajoy se moverá exclusivamente en el terreno que marcan la Constitución y las leyes y lo último que hará será alimentar con su actitud «tensiones centrífugas».
Ayer, el presidente, trufó su balance de fin de año con un mensaje meridiano dirigido al nuevo Gobierno catalán. «Siempre he manifestado una voluntad de integrar, de dialogar todo lo que sea dialogable. Pero, como presidente constitucional de este gran país que es el nuestro, debo dejar claro que conozco cuáles son las responsabilidades que he asumido, las lealtades a que me debo y el papel que me incumbe en la defensa de nuestra Constitución». Y, advirtió, «no me desviaré de ninguna de ellas. Mantengo tendida la mano al consenso y a las reformas acordadas, pero siempre en el marco que delimita la Constitución».
Con estas palabras, Artur Mas, que ayer planteó por boca de su portavoz y nuevo conseller de Presidencia, Francesc Homs, su deseo de entrevistarse con el jefe del Ejecutivo central para intentar encontrar cauces de legalidad para su proyecto de celebrar en 2014 un referéndum secesionista, no podrá llamarse a engaño.
Encontrará a un Rajoy, como explicó ayer él mismo, decidido a «mejorar muchas cosas, recomponer consensos debilitados, acomodar mejor las demandas de diversidad», pero «respetando las reglas y los procedimientos» y siempre «con lealtad recíproca, primando lo que une sobre lo que separa». En otras palabras, se volvió a mostrar abierto a revisar la financiación catalana, aunque no a llegar a un pacto fiscal como el que exigía Cataluña.
Además, el jefe del Ejecutivo precisó, haciendo velada referencia al fiasco de su encuentro con Mas en septiembre: «Una cosa es hablar, negociar, y otra decir sí o no a una propuesta, porque ahí uno no tiene opción. Una negociación no es ‘o se hace esto o si no, hago lo que quiero’».
El presidente, que pronostica un 2013 con aún muchos sacrificios y dificultades, subraya, con la vista puesta en el inquietante pacto rupturista CiU-ERC, la necesidad de «evitar todo lo que nos distrae de los grandes objetivos de la salida de la crisis y la creación de empleo».
Éste ha sido un mensaje que se ha oído en los últimos meses muchas veces en su boca, pero que ahora cobra una fuerza especial por cuanto las elecciones catalanas ya se han celebrado y de ellas ha surgido un Govern de marcado perfil radical que pretende hacer girar su acción política en torno al eje de la independencia.
Y el presidente del Gobierno advierte en esta pretensión un serio riesgo para la estabilidad política y económica de todo el país.
Por eso ayer insistió: «Toda nuestra energía debería centrarse en cómo eliminar ineficiencias, cómo mejorar nuestra competitividad, cómo hacer más con menos, y cómo volver a ofrecer perspectivas a los jóvenes». En definitiva: «Centrarnos en aquello que nos une, que nos hace más fuertes, que nos permite sortear juntos las dificultades».
Él, por su parte, insiste en que está decidido a hacer cuanto esté en sus manos por buscar «puntos de encuentro» en beneficio de los ciudadanos. «No tengan la más mínima duda», recalcó.
Tras asegurar que el Gobierno pondrá de nuevo en 2013 el Fondo de Liquidez Autonómica a disposición de todas las comunidades para ayudarlas a hacer frente al pago de su deuda, advirtió de que no tiene, sin embargo, ninguna intención de flexibilizar su objetivo de déficit como insistentemente reclama, entre otras autonomías, Cataluña.
A todo ello, el presidente añadió estar convencido de que, pese a las tensiones secesionistas, la Constitución no necesita ser modificada. Y no se trata, apuntó, de una postura inmovilista, sino responsable porque, en su opinión, para cambiarla es imprescindible tener claro el objetivo, reunir un amplio consenso y, además, hacerlo en el momento oportuno. A la vista de estas tres condiciones, Rajoy concluye que «ahora no es la prioridad».
Él se declaró un «incondicional» de la ley de leyes, bajo cuyo amparo, recordó, «España tiene el modelo de Estado más descentralizado de su Historia». En su opinión, la Carta Magna «está perfectamente preparada para soportar los próximos diez años». Y, en torno a ella, reclamó «consensos y pocos brindis al sol».