Mariano Rajoy hablará con Pedro Sánchez. En el Gobierno aseguran que el contacto, sin fecha definida aún, se producirá. Por el momento, sin embargo, se prefiere tomar distancia y analizar los pasos del nuevo PSOE. Unos pasos que han generado «consternación» en el PP y «estupor» en el Ejecutivo. Las esperanzas que se albergan respecto a la futura relación con el primer partido de la oposición son prácticamente nulas. En Moncloa se han recibido las primeras manifestaciones públicas del renovado secretario general –en el mitin de cierre del 39º Congreso del PSOE y ayer ante sus diputados y senadores– como una confirmación de sus sospechas más pesimistas.
El Gobierno opina que Sánchez ha mostrado «su peor cara» y que se muestra dispuesto a virar el timón del partido hacia la «podemización pura y dura». Con estos mimbres, en Moncloa creen inviables los pactos con el nuevo socialismo.
La dura respuesta del Gobierno se produjo el mismo día que el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, volvía al Congreso para reunirse con sus diputados y senadores, por primera vez desde su dimisión el 29 de octubre, cuando dejó su escaño para no hacer presidente a Mariano Rajoy con su abstención.
El líder de los socialistas anunció a sus parlamentarios que va a llamar a Pablo Iglesias y a Albert Rivera –lo hará hoy mismo– para reunirse con ellos la próxima semana, ya que el jueves tiene su primer viaje internacional a Bruselas a una cumbre del Partido Socialista Europeo.
Sánchez endureció su discurso contra Rajoy y marcó en rojo ante sus diputados y senadores que su «prioridad» al frente del PSOE es «cambiar a un Gobierno» que «ampara, permite y facilita la corrupción y la impunidad». Esta nueva dureza dialéctica del PSOE es la que hizo saltar al Ejecutivo en contra del líder de los socialistas.
El ex diputado madrileño recordó que el lunes Rajoy le pidió «moderación» y le respondió que lo que él le pide al presidente del Gobierno es «decencia». «Él me pide moderación y yo le pido decencia».
Estando así las cosas, en el Gobierno y en el PP admiten que en este momento «no hay clima» para celebrar de manera inminente un encuentro con el líder del PSOE. Se preguntan incluso cuáles son los asuntos tan importantes que Sánchez, según su portavoz, desea abordar con el presidente del Gobierno si el propio secretario general asegura que su único objetivo es «echar al PP», convocar una «mesa de las fuerzas del cambio» para demoler en el Parlamento las reformas populares e intentar aglutinar apoyos para presentar una nueva moción de censura con el objetivo de «llegar a La Moncloa sin pasar por las urnas».
Todos estos mensajes en el Gobierno los dan por recibidos. Sólo les queda la duda de lo que el «nuevo PSOE» pretende con su propuesta de modificar la Constitución para dibujar un Estado «plurinacional» o una «nación de naciones». En este punto, en Moncloa y en Génova sólo ven un «disparate» y un intento de «jugar con la soberanía para buscar ocho o nueve votos», como afirmó el portavoz parlamentario del PP.
En definitiva: un plan para crear «estructuras inconstitucionales» que afecta de lleno al fundamento básico de la Carta Magna recogido en su artículo 2. «España no es Bolivia», recordó Rafael Hernando. Y, en consecuencia, anticipa que «sobre este asunto no habrá diálogo posible con el Gobierno».
El Ejecutivo cree que el reencumbrado secretario general del PSOE está dibujando un partido que es reflejo «puro y duro» de la formación que lidera Pablo Iglesias. Advierten entre el relato de Sánchez y el discurso del líder de Podemos un «evidente paralelismo». «No hay duda», señalan, «a la vista del secuestro de las instituciones del que nos acusa Sánchez y de la parasitación de la que habla Iglesias».
Este «mimetismo» es, en opinión de los populares, un claro error del PSOE, al que ya le vaticinan que se embarcará en una guerra con la izquierda radical que finalizará con un reparto entre ambas fuerzas del «techo de votos» de Podemos. En el Gobierno creen que los socialistas están abandonando el espacio de centro izquierda y «sólo compite por los electores más radicalizados».
La portavoz del PSOE en el Congreso, Margarita Robles, contestó a las acusaciones del Gobierno en conversación con EL MUNDO. La magistrada dijo que «el PSOE es un partido de Estado y Sánchez un hombre de Estado, le guste o no al PP». Y por eso el PSOE «va a defender las instituciones, unas instituciones en las que haya una verdadera regeneración democrática».
«El PSOE estará siempre con los jueces y los fiscales a los que se les regatean medios, con las Fuerzas de Seguridad, con la política antiterrorista y defendiendo los intereses de España en el ámbito internacional», aseveró Robles.
En su discurso ante el Grupo Socialista, Sánchez combinó su dureza contra el PP con una mano tendida a «las fuerzas políticas que se autodenominaron del cambio para cambiar el rumbo de nuestro país». «Yo les pregunto, ¿cuánto podemos avanzar juntos? ¿Cinco, 10, 20 metros, 100 metros…? ¿Podemos llegar hasta La Moncloa juntos? No lo sé, pero lo importante es que hagamos ese camino juntos, que empecemos a caminar», propuso Sánchez a Iglesias y a Rivera en el discurso que dirigió a los parlamentarios socialistas.
Sánchez explicó que su objetivo al frente del PSOE es «La Moncloa, ganar a la derecha», porque los socialistas sólo compiten «con el PP». La próxima semana, Sánchez quiere proponer personalmente a Iglesias y a Rivera las primeras medidas a poner en marcha con la «mesa del cambio» que el PSOE pretende activar en el Congreso.
Por su parte, Óscar Puente, portavoz de la Ejecutiva, señalaba ayer que «es posible y sería bueno» un Gobierno de cambio con Podemos, como en el Ayuntamiento de Valladolid, que dirige con el apoyo de Valladolid Toma la Palabra.