EL CORREO 01/09/14
· El presidente exhibe los logros económicos y el anuncio de una bajada de impuestos como las armas para recuperar a los desencantados del PP
El presidente del Gobierno aprovechó su tradicional discurso de arranque del curso político en Pontevedra para advertirle de nuevo a Mas que no va a «consentir que nadie viole la ley», en referencia a la consulta catalana. Rajoy ofreció diálogo a la oposición para consensuar la reforma electoral y limitar el gasto en las campañas. MADRID / BILBAO. No lo nombró, pero tampoco hacía falta. Fue evidente quien era el destinatario del mensaje. Mariano Rajoy aprovechó su tradicional discurso de apertura del curso político desde el castillo de Soutomaior (Pontevedra) para lanzar una clara advertencia al presidente de la Generalitat, Artur Mas, justo en el momento en el que ultima los preparativos para convocar una consulta secesionista en Cataluña. «No voy a consentir que nadie viole la ley», aseguró el líder del PP, con la mirada fija en la cámara de televisión que retransmitía la intervención.
El presidente del Ejecutivo, pese a saber que el desafío soberanista es el tema de mayor calado institucional al que se enfrenta este otoño, no quiso que protagonizase su repaso del curso que se inicia. De hecho, solo dedicó al conflicto con los independentistas cuatro párrafos de un discurso de once folios, pero, eso sí, condensados y medidos. El resto los dedicó, especialmente, a hablar de la recuperación económica que, según él, ya está en marcha.
La advertencia al jefe del Ejecutivo catalán, a la vista de las frases que le dan contexto, va más allá de la simple reiteración de que el Gobierno recurrirá ante el Tribunal Constitucional la aprobación de la ley autonómica de consultas y el decreto de convocatoria del referéndum basado en ella, con la seguridad de que ambas iniciativas quedarán suspendidas en pocos días. Los términos absolutos del aviso comunican al máximo responsable de la Generalitat que el Gobierno central está dispuesto, si le obligan, a usar todos los mecanismos que le otorgan la Constitución y las leyes –incluido el culmen, la intervención de la autonomía– para impedir la desobediencia a las resoluciones judiciales o la ignorancia de la legalidad.
Es una forma de decirle a Mas que, pese a la ambigüedad calculada en la que se mueve en las últimas semanas, ni se le pase por la cabeza dejarse arrastrar por sus socios de Esquerra y sacar el 9 de noviembre a la calle las urnas para celebrar el referéndum tras la anulación del Constitucional. «La soberanía nacional radica en el conjunto del pueblo español y lo que sea España se decide entre todos», subrayó Rajoy.
El presidente, ya lo dijo hace un mes, está convencido de que el líder catalán cumplirá con lo que prometió en el pasado, que nunca hará una
consulta que viole la ley, pero también lo ve atrapado y presionado por sus socios más radicales. Además, el PP observa con inquietud cómo dirigentes de Convergencia coquetean con la afirmación de que, pase lo que pase, habrá urnas en noviembre.
El jefe del Ejecutivo central, además de reiterar que, como reza la Constitución, «España es de todos, y lo que es de todos se decide entre todos», indicó que «no hay democracia sin ley», que las normas están «por encima de todo» y que «todos estamos obligados a cumplir las leyes, sin excepción». «Espero que todo el mundo actúe con la responsabilidad que la ocasión merece», concluyó en su mensaje a Mas, quien, precisamente un día antes, durante el consejo nacional de CiU, dejó claró que convocará la consulta y conminó a Rajoy a «respetar a la mayoría social y política» de Cataluña.
Pletórico
En cualquier caso, la alusión al proceso soberanista fue muy limitada en Soutomaior, donde el presidente estuvo rodeado por más de 1.500 invitados, entre consejeros de la Xunta y dirigentes y miembros del PP gallego. Una plataforma de afectados por las preferentes y el colectivo de pensionistas retornados habían anunciado su presencia, pero el gran despliegue de fuerzas de seguridad impidió que pudiesen acercarse a menos de 1,5 kilómetros del castillo.
El grueso de la intervención de Rajoy se pareció casi como dos gotas de agua a la rueda de prensa con la que el 1 de agosto dio por cerrado el curso anterior y que le valieron calificativos por parte del secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, como «triunfalista», «autocomplaciente», «parcial» y «alejado» de la realidad. El jefe del Ejecutivo alardeó de que España fue en el segundo trimestre del año la economía de la zona euro con el crecimiento más alto, puesto que mantendrá en 2015. «¡Quién lo iba a decir!», exclamó, antes de explicar que la recuperación tiene unas raíces tan «vigorosas» en nuestro país que los mercados financieros casi no nos cobran por prestarnos dinero.
La deuda a diez años, especificó, ha pasado de ser castigada con un interés del 7% en 2011, cuando los socialistas –«con sus recetas fracasadas»– dejaron al Estado al borde de la quiebra, a abonar ahora solo un 2%, después de que su Gobierno y su programa de reformas evitasen la intervención europea que todos pronosticaban y colocasen a España en la senda de la creación de empleo.
El presidente aseguró que está en disposición de «plantear una guerra sin cuartel al paro» y pidió a todos que defiendan que «España es una gran nación, con una gran historia y un enorme futuro» y « dejen de lado a todos aquellos que lo niegan», en clara referencia a la oposición.
Rajoy, pletórico, describió 2014 como el año «de la recuperación» y 2015 como el de «la bajada de impuestos» y el crecimiento del empleo. No habló en su repaso de que ya está en precampaña de las municipales y autonómicas de mayo, pero no hizo falta. Es evidente que la reivindicación del ‘milagro español’ y de la rebaja del IRPF será la base de su estrategia para recuperar a los más de tres millones de desencantados que el PP se ha dejado por el camino desde las elecciones generales de 2011.