Una bonita paradoja explica el Premio Francisco Umbral al mejor libro publicado el año pasado en España que ayer recibió el novelista Fernando Aramburu gracias a Patria (Tusquets). Por un lado, está el escritor que da nombre al premio, Francisco Umbral, el hombre que quiso inventar «un yo que era otro», según dijo el poeta y periodista Antonio Lucas en la presentación del acto. Y por el otro, está el libro de Aramburu, del que su autor explicó que era «la novela que hubiera querido no escribir. Pero la realidad no me dejó. Para mí, el terrorismo en el País Vasco no ha sido un tema. Ha sido otra cosa, una experiencia personal que me marcó y que me hizo dudar en muchos momentos de la naturaleza humana». Es decir: la literatura como escapada y la literatura como verdad necesaria.
Parecen términos contrarios pero en realidad, se explican el uno al otro. La prueba: estos últimos días, un poco por cortesía, Aramburu, se ha dedicado a releer a Francisco Umbral. Se quedó con una frase de su libro más conmovedor, Mortal y rosa: «He vivido el mundo intensamente. Pero literariamente».
Todo es intenso en torno a Patria: su lenguaje, su verdad y su trama. Por si queda alguien que necesite información sobre el texto: la novela de Aramburu cuenta la historia de dos familias amigas de un pueblo de Guipúzcoa, dos casas a las que separa el terrorismo de ETA. En una familia entra el dinero y, después, el impuesto revolucionario. En la otra casa, uno de los hijos empieza a rondar la herriko taberna del pueblo hasta el día en el que ETA lo recluta. Lo que sigue es la tragedia previsible y lo que alguien eufemísticamente llamaría «la gestión del duelo».
El presidente del Gobierno Mariano Rajoy, también ha leído Patria. Lo hizo en Navidad, en unos días libres en Sanxenxo, y la historia le tocó personalmente porque durante algunos de los años incluidos en el relato, fue ministro de Interior. Es decir: el primero en llegar a las escenas de los crímenes terroristas y a las capillas ardientes de las víctimas. Por eso, y también por el vínculo personal de Rajoy con Francisco Umbral (que lo «distinguió con su apoyo y su afecto, con su generosidad implacable»), el presidente participó ayer en el homenaje a Aramburu junto a los ministros Zoido y Méndez de Vigo, la presidenta del Congreso Ana Pastor y el secretario de Estado de Cultura Fernando Benzo. «Todas las personas que en esta novela aparecen son reales. Existieron. Todos los hechos tuvieron lugar», dijo Rajoy. «Patria sirve para saber qué ocurrió. Para distinguir el bien y el mal y lo que una persona nunca debe hacer». Y después se refirió a las víctimas del terrorismo presentes en la sala: «Han ganado una batalla, la de la derrota de ETA. Ahora queda el triunfo de la verdad, al que Patria contribuye».
Cristina Cifuentes, presidenta de la Comunidad de Madrid, fue la anfitriona de la ceremonia del Premio Umbral junto a la viuda del escritor, María España Suárez, y el alcalde de Majadahonda, Narciso de Foxá. La presidenta se unió a las alabanzas: «Patria es un auténtico manual sociológico sobre el terrorismo que muestra como, mientras unos construían un relato lleno de falsedades, otros sufrían sus atroces consecuencias». La novela es también, en opinión de Cifuentes, «una eficaz vacuna contra aquellos que quieren reescribir la historia».
¿Y el homenajeado? Cuando Aramburu tomó la palabra, explicó para qué puede servir un texto así, 800 páginas que, por alguna razón, han dado con la tecla y han llegado a personas que no suelen leer narrativa de ficción. «Lo que los novelistas hacemos es colocar al individuo en la historia», explicó el escritor cuando el periodista Fernando Rodríguez Lafuente le recordó que, para saber de las guerras de Napoleón, era mejor leer Guerra y paz que los manuales de Historia.
«Ha habido lectores que estaban muy bien informados, que manejaban muchos datos, pero que se han sentido sorprendidos con el texto», por lo que había en él «de núcleo humano», explicó Aramburu. «¿Qué hubiera hecho si un hijo mío…? ¿Si hubieran asesinado a mi padre?».
Manuel Llorente, redactor jefe de la sección de Cultura de EL MUNDO, y autor de la laudatio que presentó al premiado, expresó esa misma idea y la explicó con un ejemplo concreto: el día que ETA ejecutó a Miguel Ángel Blanco. Llorente estaba en Suiza, en una boda. Los invitados españoles se pasaban las noticias de oído a oído hasta que el desenlace del secuestro fue conocido. Y entonces, se retiraron a una sala y lloraron juntos. Tan real como Patria.
chirbes y camus, hannover y donosti
De Fernando Aramburu hay un secreto casi gracioso que sólo se le descubre al trato personal: vive, desde hace 30 años en Hannover, pero su voz suena donostiarra como si no hubiera salido jamás de su ciudad. Igual que los personajes de ‘Patria’ que hablan un castellano muy vasco, con sus condicionales del revés: «Si yo podría…».
Alemania y el País Vasco, historias traumáticas y cruzadas. En el coloquio que ocupó el centro de la ceremonia de entrega del Premio Umbral, Antonio Lucas le preguntó a Fernando Aramburu por su experiencia con los conflictos históricos del país en el que decidió vivir. «Los alemanes también necesitaron un tiempo para enfrentarse a su historia. Pero ahora, cada dos por tres, paseo por Hannover y me encuentro placas que recuerdan a ciudadanos que vivieron en esta calle o en la otra y una explicación de cuál fue su destino. Fue al campo de concentración tal, murió tal año… En San Sebastián, en cambio, parece que tenemos un paraíso social. Playas llenas, terrazas llenas. No hay placas. Hay un deseo de no recordar pero yo no lo acepto».
Hablar de ‘Patria’ es también hablar de política en un sentido más abstracto. Aramburu dijo ayer que su novela es también un compromiso «con el Estado de Derecho, aún cuando no haya trazas de que estemos construyendo un paraíso en la Tierra», aunque su expresión fuera la propia de la literatura: «La intimidad». Después, Mariano Rajoy le tomó el relevo y recordó que «los imaginarios derechos de los territorios jamás están por encima de los derechos de sus verdaderos titulares: los ciudadanos».
La consecuencia es que, en las ‘negritas’ de los discursos de ayer, hubo sitio para un puñado de escritores muy propicios para ese sentido del individuo: Albert Camus, Rafael Chirbes (que también ganó el Premio Umbral hace tres años) y Fiódor Dostoievski. Y junto a ellos, los padres del escritor a los que relacionó con el éxito de su novela. «Han sido la generosidad y la sencillez personalizadas».