EL CONFIDENCIAL 09/02/16
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS
· Sus dirigentes son conscientes de que quizá sea necesario que el propio Rajoy inicie la gestión de su sustitución para romper el aislamiento a que el PP está sometido y refrescar su posición negociadora
Mariano Rajoy acudirá (en la tarde de ayer no se sabía ni cuándo ni dónde) a su entrevista con Pedro Sánchez en una situación comprometida. El presidente del Gobierno en funciones ha perdido la iniciativa política y en su partido comienza el bisbiseo desaprobatorio. Ayer, los medios dibujaron un lunes negro para el gallego. ‘El País’ disparaba en su portada: “Los líderes regionales del PP abordan la renovación al margen de Rajoy”; por su parte, ‘La Vanguardia’ abría edición con un título en la misma línea: “Líderes regionales del PP piden un giro político y caras nuevas”. ‘El Mundo’ daba cuatro columnas a la información según la cual “El Ibex presiona para que el PP deje gobernar a PSOE y C’s”. ‘ABC’ venía a confirmar que el líder popular recibe determinadas sugerencias: “Rajoy resiste presiones para que permita la investidura de Sánchez”. Y un periódico tan pegado a la élites financieras como ‘Expansión’ publicaba un artículo de su analista de cabecera -Tom Burns Marañón- expresivamente titulado “Mariano Rajoy como obstáculo” en el que pedía su apartamiento político.
Los medios -y menos cuando coinciden tanto- no se están inventando la situación de malestar que reina en el Partido Popular. Sus dirigentes y cuadros son conscientes de que quizá sea necesario que el propio Mariano Rajoy inicie la gestión de su sustitución para romper el aislamiento a que la organización está sometida y refrescar su posición negociadora. Los populares no van a aguantar demasiado tiempo en la tesitura actual sin que les estallen las costuras. La reunión de Rajoy con el grupo parlamentario la pasada semana se cerró sin el más mínimo debate (ni siquiera se formularon preguntas al presidente en funciones) y en medio de un silencio desmoralizado. Desde Valencia llegan noticias de la corrupción del PP que pasan de ser malas a convertirse en pésimas por momentos. Rita Barberá -una de las más íntimas colaboradoras de Rajoy- está en el alero y puede caer en cualquier momento. Y dos comunidades, además de Cataluña, que ya ha hecho de tapadillo la renovación, quieren de inmediato celebrar sus congresos: País Vasco y Galicia.
Los populares no van a aguantar demasiado tiempo en la tesitura actual sin que les estallen las costuras
El PP, además, corre el riesgo de una escisión en Valencia. La obscena corrupción que ha destrozado allí la organización hace que los restos del naufragio popular quieran huir de unas siglas quemadas y sin credibilidad. Los actuales responsables del partido meditan declararse autónomos de Génova y reponer en el tablero político regional una suerte de Unió Valenciana, partido regionalista que en su momento absorbió el PP. La inquietud en Galicia es máxima, con un Feijóo que sale a la arena mediática con fanfarria proyectando la duda de si será el candidato a las autonómicas galaicas o pretende postularse para sustituir a Rajoy. Una sustitución que, cuando se produzca el momento crítico al que se acerca el PP, será pretendida por Soraya Sáenz de Santamaría, que cuenta con numerosísimos coroneles bien colocados en la Administración pública aunque no sea considerada como “una de las nuestras” en las filas del partido.
Que sea Pedro Sánchez el que convoque al presidente en funciones, conlleva un cierta humillación que Rajoy ha asumido con realismo pero no sin coste político
La remisión ayer por el PSOE a sus potenciales socios de un aseado proyecto de programa de gobierno -muy reformista en el ámbito social y económico- fue otro golpe a la errática estrategia del PP. Y el mismo hecho de que sea el secretario general del PSOE el que convoque al presidente en funciones, conlleva un cierta humillación que Rajoy ha asumido con realismo pero no sin coste político. El gallego es consciente de este conjunto de circunstancias adversas y, seguramente, de sus errores de planteamiento en la gestión de la coyuntura poselectoral. Las bazas de las que dispone son escasas, aunque alguna de gran valor (capacidad de bloqueo de cualquier reforma de la Constitución).
Rajoy tratará de que, si tiene que irse para acarrear con él los lastres que penalizan al PP, Sánchez le acompañe. ¿Cómo? Habrá que esperar a que al secretario general del PSOE las cañas se le tornen lanzas. Porque si los populares se están acercando al punto de inflexión en el que tendrán que tomar la determinación de sacrificar a su jefe de filas, tratarán también de que a Sánchez no le salgan gratis las 17 veces que ha dicho ‘no’ a un entendimiento con el PP. A Rajoy no se le ve de nuevo ni presidente ni candidato. Pero la proyección de Sánchez en el inmediato futuro no es mucho mejor si fracasa en su empeño de formar un Gobierno ahora inverosímil. PP y PSOE -el primero antes y el segundo después- pisan ya el terreno de no retorno.