Antonio Casado, EL CONFIDENCIAL, 2/12/11
“Aquí los únicos que no mandamos nada somos nosotros”, comentó en voz baja Rajoy al portavoz del PP, González Pons, mientras paseaba la mirada por aquella enorme concentración de poder territorial. Fue en una reunión de dirigentes del PP (Junta Directiva) superpoblada de presidentes de Comunidades Autónomas y alcaldes, pocos días después de las elecciones del 22 de mayo.
Mucho han cambiado las cosas desde el 20 de noviembre. No solo para los socialistas de Rubalcaba, convalecientes de una derrota histórica. O para los nacionalistas de Artur Mas, cuyo pacto fiscal va camino de estrellarse contra la mayoría absoluta del PP. O para los “liberales” de Esperanza Aguirre que en la primavera-verano de 2008 desahuciaron a Rajoy para un tercer intento. También para los poderosos barones del PP convocados por el presidente del Gobierno “in péctore” en la sede central del partido. En otras circunstancias hubieran exigido a Rajoy el cumplimiento de su anunciada disposición a suavizar la deuda de las Autonomías con el Estado. Nada menos que 23.000 millones de euros. Ayer no les quedó otra que compartir el síndrome de la caja vacía con su líder nacional, ahora revestido de la autoridad que le otorga su mayoría absoluta y su innegociable compromiso con la austeridad.
Patinó el coordinador de Política Autonómica del partido, José Manuel Moreno. Su jefe inmediato, Javier Arenas, vicesecretario general del mismo negociado, tuvo que llevarle la contraria al terminar la reunión. Aquél había dado por hecho un alargamiento de los plazos, de cinco a diez años, para devolver lo cobrado indebidamente por las Comunidades como consecuencia de unos cálculos fallidos del Gobierno central (notable caída de los ingresos previstos) en los famosos anticipos a cuenta de los años 2008 y 2009.
“El aplazamiento está encima de la mesa porque los compromisos con los compromisos”, había dicho Moreno en la tele de buena mañana, como prueba de la voluntad de Rajoy de ser coherente. En julio el entonces jefe de la oposición, es verdad, reclamó en el Congreso un aplazamiento de las devoluciones que evitase el colapso financiero de Autonomías y Ayuntamientos. Por falta de tesorería. Lo mismo que le pasa al Estado, a los bancos, a las familias, a las empresas y a las asociaciones de defensa de los animales. Vaya novedad.
El episodio no tiene mayor importancia, pero sirve para ilustrar el angustioso paso de las musas al teatro que está viviendo Rajoy. Por boca de Javier Arenas, pide que no se hable de aplazamientos antes de conocer “el estado real de las cuentas”. De cajón. Aunque solo hace seis meses, al tiempo que censuraba –con razón- los erróneos cálculos del Gobierno sobre los ingresos del Estado, decía que aplazar esa deuda no afectaría a la deuda ni al déficit público. Pero poco a poco va sabiendo que las cosas están mucho peor de lo que le habían contado.
Antonio Casado, EL CONFIDENCIAL, 2/12/11