Guillermo Garabito-El Español
Desde que Ramón Tamames se enteró de que la moción de censura será la próxima semana, le imagino cada mañana entrenando como Rocky Balboa, escaleras arriba y abajo desde primera hora.
Dos claras de huevo en el desayuno para afinar la voz, y el encargo de dos trajes a medida: uno para Pedro Sánchez y otro para él.
Ramón está desempolvando a Tamames, repasando el comunismo, el liberalismo y a España de arriba abajo. Por eso, desde las 6:00 hace pesas cada mañana con un tomo de El Capital de Marx en un brazo mientras con la otra mano levanta la Biblia. Para equilibrar y porque nunca se sabe qué habrá más allá.
Más tarde sale a correr por Madrid cargando a cuestas con la Transición entera. Y así cada jornada, hasta el próximo día 23 que cambien las alfombras por una lona y el Congreso de los Diputados se convierta en el Madison Square Garden de Nueva York.
Entonces Sánchez estará contra las cuerdas. Desde el principio, porque por primera vez desde 2018 tendrá que buscar algún argumento para rebatir al orador que tiene enfrente. Algo más allá de llamarle fascista, machista y toda esa retahíla de muletillas que usan a diario PSOE y Podemos como único argumento de autoridad.
Fascistas todos, menos ellos. Y menos Tamames, claro, eso no lo pueden negar. Por esto sólo me pregunto qué pasaría si Tamames acierta (como parece que ha acertado al usar él a Vox, y no al revés).
Si resulta que a sus palabras no hubiese un sólo socialista cabal que pudiese ponerles un pero, ¿se harían el sepukku sus señorías de la izquierda allí mismo, votando a favor de la moción de censura? ¿O demostrarían que no queda en esa bancada ni un sólo socialista cabal?
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Si en el partido de Santiago Abascal esto hubiese sido algo meditado, lo de elegir a un intelectual lejano a su formación para imprimirle interés a la moción y darle libertad en su discurso sería un gran ejemplo de cómo se debería hacer política en España. Lo que me temo (por los desaires entre sus filas) es que es otra operación que ha salido mal.
Confrontar el socialismo con lo que debería ser el socialismo es una genialidad. Ahí está lo que incomoda a Sánchez: que para desmontar a Tamames, el presidente va a necesitar leer todo lo que no ha leído hasta ahora.
Puede que se haga resúmenes con el resumen del resumen de prensa de cada mañana. Los informes del CNI, en cambio, prefiere que se los lea un mudo en voz alta desde que los servicios de inteligencia marroquíes saben más de él que él mismo.
Lo que no sabe Tamames es que esto no es un combate de boxeo limpio, ni siquiera a su edad. A Pedro Sánchez no le preocupa demasiado la moción de censura. No porque no den los números, sino porque aunque el viejo comunista consiguiera evidenciar todos los dispendios del Gobierno, la falta de rigor en su gestión, o lo poco que tiene de socialismo el sanchismo, nada va a cambiar.
Aunque por boca de Tamames hablase el mismísimo Oráculo de Delfos, a la mañana siguiente se prendería fuego a la Moncloa con tal de desviar la atención. Y a otra cosa.
Porque el 24 de marzo, cuando suene el timbre que ponga fin al último asalto y los púgiles se bajen del ring, el tiempo de Tamames habrá pasado.