Eduardo Uriarte-Editores
Eric Hobsbawm en su tratado sobre las revoluciones burguesas plasma una anécdota menor para explicar los cambios de bando que se observan durante los procesos políticos. Trajo como ejemplo la facilidad de cómo la caballería cosaca durante la revolución rusa pasaba de ser caballería roja a blanca, o viceversa, sin que se movieran sus efectivos, porque lo importante era ganar o al menos sobrevivir. Lo que se ve con detalle en El Don Apacible de Mijaíl Shólojov.
No estamos libres de creernos progres y ser de hecho lo contrario. Los fascismos se consideraban revolucionarios y tuvo que inventarse el concepto “revolución conservadora” para poderlos identificar. En ese marco de cierta confusión Marx ya avisó en “El dieciocho Brumario…” que una cosa es lo que uno cree ser y otra lo que los demás ven que eres.
Una formación como la socialista dirigida por un secretario general que ha alcanzado los caracteres de caudillo, preocupado como todos los caudillos en no dejarlo de ser, y cuyo único fundamento ideológico es su fe en la propaganda, obviando el bagaje ideológico de la socialdemocracia, se puede encontrar perfectamente frente a la Constitución y la democracia cual un reaccionario cavernícola servilón. Máxime cuando desde hace tiempo él y su equipo de publicitas, se han apartado de la realidad y se atribuyen y usan conceptos falsos de la misma manera que el Führer se atribuía divisiones inexistentes.
Los conceptos de la factoría Moncloa, aunque fuera de la realidad, son siempre agresivos, hasta tal punto que no considera la consecuencia real de convertir el espacio de juego democrático en tierra quemada. Así como la izquierda abertzale argumentaba que la lucha armada garantizaba la naturaleza revolucionaria de su acción política, la factoría Moncloa cree que el ataque y la agresividad desmedida hacia la derecha garantiza su carácter de progreso. Ambos lo que constatan es la perversión.
Si alguien tiene visos hoy en día de ser un reaccionario y hacer algo semejante a Trump, alentando el asalto al Congreso, ese es Sánchez, pues ya demostró su capacidad de exceso arbitrario cuando arrebató en dos ocasiones a toda la ciudadanía los derechos fundamentales aprovechándose de la pandemia. El Tribunal Constitucional lo declaró inconstitucional en las dos. Y como Trump en Estados Unidos escindiendo su país, ha querido romper esta sociedad reconciliada hace cuarenta años desenterrando el guerracivilismo, el sectarismo y el odio como medio para blindarse en el poder.
Si alguien es reaccionario eres tú, que has gobernado como un monarca absoluto abusando del decreto ley, convocando a las autonomías durante la pandemia a unas parodias de cortes medievales, convirtiendo, por el contrario, las Cortes en correas de transmisión de tu poder. Reaccionario se es, al menos desde el republicanismo moderno y las tesis de Montesquieu, cuando se controla el Poder Judicial, se nombra a dedo al fiscal general entre los amigos de tu causa, así como a los miembros del Tribunal Constitucional.
Reaccionario es, desde que existe el republicanismo moderno, deslegitimar al Poder Judicial indultando del delito de sedición a tus socios, enalteciendo a los sucesores del terrorismo, humillando a sus víctimas, y acosar, sin guardar las formas que exige la convivencia democrática a las autonomías que no te son fieles y privilegiar a las que lo son.
El abandono del internacionalismo y del universalismo del ideario socialista, sustituidos por la asunción del identitarismo diferenciador, desarticulador, y antiigualitario, si es reaccionario. Dichos abandonos nos van devolviendo a una acracia salvaje que acaba dominada por un tirano, como tú. Reaccionario es no guardar los trámites legales, los procedimientos, salvaguardas, y necesaria deliberación para tramitar las leyes, pues luego salen aberraciones como las del si es si. También es reaccionario no guardar las formas y costumbres democráticas y, saltando todo sentido racional, convocar unas elecciones en pleno verano, con el veinte por ciento del censo electoral desplazado en vacaciones, para repetir algo que no quieres creer, que la ciudadanía ya lo ha dicho el 28M: que no quiere tiranos reaccionarios.
Pero como te pareces a Trump, tú si te pareces, pues no aceptas el resultado electoral como él, en vez de alentar el asalto del Congreso nos convocas como castigo a unas nuevas elecciones cuando lo lógico tras tu debacle electoral era tu dimisión y dejar a tu sucesor la convocatoria en otoño. Pues, repito, la gente ya ha dicho que te marches.