JON JUARISTI-ABC

  • Cualquier causa es injusta, según Kant, si sus pretendidas justificaciones no resisten la publicidad

Voy a la estupenda edición, recién salida del horno de Random House, del ‘Verbolario’ de Rodrigo Cortés, recopilación de dos mil quinientos días de definiciones precisas y necesarias en ABC, que a partir de ahora, supongo, vendrá a ser una suerte de diccionario oficioso en esta casa y sus pasillos. Busco la voz ‘Liberalismo’ y me encuentro con una sola acepción: «En su mejor versión, civismo responsable». Vuelvo atrás, a ‘Civismo’, y veo que tiene dos: «Vigilancia rigurosa de uno mismo./2. Miedo al destierro». No parece que esto sea la Alegría de la Huerta ni cosa parecida: responsabilidad, vigilancia, miedo. ¿Es así el liberalismo? Pues sí señor, es eso, porque la vida en común no permite alimentar piadosas ilusiones y, si falla el pacto liberal, como mínimo te caerá el destierro. El liberalismo debe ser responsable, vigilante y temeroso, porque la bestia social es traicionera y asesina, como se demuestra en los sistemas iliberales, aunque se quieran democracias o repúblicas. Véase Irán, véase Rusia. O sea, que el liberalismo, además de todo lo dicho, es triste, como quería Carlo Gambescia: triste y realista.

En tal sentido, es importante plantearse cómo deberían reaccionar las democracias liberales ante la llamada de Putin a la movilización de los reservistas y la amenaza, ya no velada, de usar su armamento nuclear contra Occidente. Si en verdad amamos la libertad, la respuesta de nuestros gobiernos ante tales amenazas no deberá estar guiada solamente por el miedo, sino también por la responsabilidad y la vigilancia, pero, ante todo, tendrá que superar la morbosa falta de convicción que, según Yeats, agarrota en la modernidad a los mejores, mientras a los peores los mueve –o los moviliza, como en Rusia– una intensidad apasionada.

Convendría, a tal efecto, repasar alguno de nuestros clásicos. La paz perpetua de Kant, por ejemplo. Encontraríamos allí una perfecta explicación de por qué la causa que Rusia dice defender pertenece al orden de las injustas. En el Apéndice II, Kant sostiene que las acciones referentes al derecho de otros hombres son injustas si su defensa no resiste la publicidad. Es el caso de cuando un Estado mayor arguye que otro más pequeño lo ha dividido o partido en dos. Kant sostiene que una guerra del grande contra el pequeño sería injusta si provocara la coalición de otros pequeños Estados contra el grande o la ambición de otras grandes potencias que tratarán de atraerse, cuando no anexionarse al pequeño Estado rebelde. Toda la publicidad que ha dado Putin desde el 24 de febrero a sus motivos para atacar e invadir Ucrania ha desembocado en la explícita amenaza nuclear contra los que somos, lo queramos o no, aliados de Ucrania frente a la agresión injusta y criminal de la jauría rusa. Hoy, todo el Occidente amenazado por Putin es Ucrania.