Editorial, EL CORREO, 16/1/12
Iñigo Urkullu ha logrado atenuar la disidencia interna, pero se enfrenta al reto de mantener al PNV por encima de la izquierda abertzale
La asamblea general ordinaria que cada cuatro años celebra el PNV se clausuró ayer con el objetivo inmediato de situar a un lehendakari jeltzale en Ajuria Enea tras los próximos comicios autonómicos y con el propósito, más a medio plazo, de lograr para Euskadi un nuevo estatus político respecto a la España constitucional. Ello sin renunciar a que los vascos sean «cada día menos dependientes hasta alcanzar la independencia». La reelección de Iñigo Urkullu como presidente de un EBB más a su medida permite pensar que el PNV tratará de conciliar sus metas políticas, el enunciado de un horizonte soberanista y el simbolismo ideológico de ‘las siete provincias’ a base de pragmatismo. La ponencia aprobada por la asamblea general nacionalista lo refleja cuando renuncia expresamente a ocupar una posición hegemónica y se plantea «recuperar el liderazgo institucional». Tanto el revés político que sucedió a la victoria electoral de 2009 -cuando el candidato socialista Patxi López fue elegido lehendakari con los votos del PP-, como el resultado de las locales y forales de mayo de 2011 y el de las generales pasadas han supuesto un ininterrumpido baño de realismo para el PNV. La legalización ‘de facto’ de la izquierda abertzale obliga al PNV a mantener el primer puesto dentro de la familia nacionalista sabiendo, además, que tiene un año para validar su preeminencia. Los decepcionantes resultados electorales obtenidos en Gipuzkoa y Álava, cuyas direcciones territoriales se han mostrado más inequívocamente soberanistas, han facilitado a Urkullu atenuar la oscilación del ‘péndulo patriótico’. Pero si el problema de la disensión interna parece rebajarse con el propio desarrollo de la asamblea general, se acrecienta el desafío que al partido de Urkullu ha lanzado la alianza entre la izquierda abertzale y el resto del abertzalismo organizado. Sobre todo porque plantea una liza que podría obcecar al PNV de tal forma que se olvide de que Euskadi no se reduce al nacionalismo y sus cuitas; que otra mitad de país se siente ajena e incluso incómoda ante el pulso protagonizado por los moderados y los extremistas del abertzalismo. Euskadi y Euskal Herria son socialmente plurales y demasiado heterogéneas territorialmente como para que el PNV de Urkullu pretenda, a un tiempo, regresar a Ajuria Enea, ir más allá del Estatuto y alentar un independentismo propio de sus adversarios dentro de la familia nacionalista.
Editorial, EL CORREO, 16/1/12