- El sanchismo y todos sus adosados tienen una concepción del Estado como un cortijo, te echan de Correos por quebrarlo, pero te nombran al frente de Autopistas. Pongo a los míos al margen de su capacidad. Se está apartando a los cuerpos profesionales, y ahora toca a los letrados
El de los letrados de las Cortes Generales es un cuerpo relativamente oscuro en tanto en cuanto no son personajes a los que su cargo dé una alta relevancia en la vida pública. Salvo que hagan un enorme esfuerzo por ganársela como es el caso de Fernando Galindo («un admirador, un esclavo, un siervo») que está consiguiendo que uno de los cuerpos de funcionarios más intachables de las últimas décadas haya entrado en rebelión.
Éste es un cuerpo en el que cada uno vota en las elecciones generales lo que quiere, como no puede ser de otra forma, pero se distingue la persona y sus ideas de la función pública que ejerce. Diego López Garrido, histórico dirigente de Izquierda Unida y después secretario de Estado para Unión Europea con Zapatero entre 2008 y 2011 también era un letrado y como tal no ponía por delante su ideología. El sanchismo, que todo lo corrompe, también se ha llevado por delante a un letrado como Luis de la Peña que es un protegido y alumno de Gregorio Peces Barba y a quien no le parece que el letrado se tenga que convertir en un protector del Gobierno. Y se ven forzados a dimitir porque creen que no hicieron una oposición para que ahora les juzguen por ideas o cargos legítimos que en nada deben influir en sus decisiones como letrados, como puede ser el caso de Isabel Revuelta. O las incalificables críticas a Piedad García-Escudero, catedrática de Derecho Constitucional de la Complutense, que ha sido secretaria general del Congreso y cuyas opiniones dicen que están intoxicadas por ser hermana del popular Pío García-Escudero. Lo que de verdad está intoxicado es la mente de los que lanzan esas acusaciones.
Milagrosamente no se ha filtrado que el 13 de diciembre escribió una carta de protesta al letrado mayor de las Cortes Generales el letrado en servicio activo más antiguo desde su ingreso en el cuerpo, Alfredo Pérez de Armiñán, que se manifestó en defensa del segundo letrado más antiguo Manuel Fernández-Fontecha, al que se acababa de apartar de la Comisión Constitucional. Fuentes parlamentarias me han hecho llegar la carta a la que me dicen que el letrado mayor no ha considerado necesario responder.
Distintos letrados me aseguran que el ambiente en las Cortes es irrespirable. Ha habido un corrimiento de tierras. Los dimisionarios de ayer han pedido en su mayoría el traslado al Senado, donde no se les fuerza a violentar su posición. Para un letrado, que puede tener cualquier ideología, va en contra de su esencia la instrumentalización de partido. «Nos parecemos más a los militares que a los diplomáticos» me dice un letrado del que hay bastante conocimiento público.
Esa misma fuente, un veterano, me dice que «Galindo es un buen chico al que le viene muy grande el puesto. La ambición se ha vuelto incompatible con el cargo. Se puede ser afín a la mayoría, pero no se puede ser un siervo de la mayoría porque se pierde autoridad. Lo que está ocurriendo deteriora su autoridad, no su poder inmediato. Y sin auctoritas es muy difícil ejercer este puesto.»
El intento de avalar la ley de amnistía hubiera tenido una vía mucho más sencilla: remitirte al informe del año pasado y decir que la última palabra la tiene el Tribunal Constitucional. Se hubiese preservado la posición del Cuerpo de Letrados. Pero Galindo está al servicio del Gobierno y quiere ir más allá. Esto no es dinamita, esto son termitas.
El sanchismo y todos sus adosados tienen una concepción del Estado como un cortijo, te echan de Correos por quebrarlo, pero te nombran al frente de Autopistas. Pongo a los míos al margen de su capacidad. La democracia es un sistema de frenos y contrapesos, pero eso no quieren que exista. Se está apartando a los cuerpos profesionales y ahora toca a los letrados.