Antonio Rivera-El Correo

El preacuerdo presentado por el PNV y el PSE es una segunda parte del anterior pero condicionado por el contexto pandémico

El acontecimiento más importante del verano: la salida de Messi del Barça ha puesto de actualidad el latinajo del título. Se traduce por ‘estando así las cosas’ y remite a un principio jurídico que entiende que, cuando las circunstancias que rodean un contrato cambian sustancialmente, lo hacen también las estipulaciones de este.

Algo parecido sucede con el preacuerdo de legislatura entre PNV y PSE: es una segunda parte de la anterior, que queda modificada radicalmente por el contexto ambiental pandémico, que no por la voluntad de los contrayentes, convencidos como están de moverse en la política mejor posible. Esto segundo parece poco discutible: es un documento de querencias socialdemócratas resumidas en empleo abundante y de calidad para los que lo puedan tener, y atención social para los que no, desde unas políticas públicas muy presentes y cercanas a los ciudadanos. Ello se soporta en la recuperación de una economía limpia, digital y moderna, y en una nueva fiscalidad progresiva y equitativa. Los dos socios están convencidos de que venían haciendo esto y que, incluso, la estrategia más tangible -conjuntar recursos y atenciones sociales y sanitarias- ya tiene un decenio; sobre las otras -envejecimiento, digitalización y huella ecológica-, «estamos en ello».

Lo del nuevo pacto estatutario queda como letra pequeña irrelevante ante la que está cayendo

El problema es la novedad pandémica y de qué manera esta ha de modificar las cláusulas del contrato. De esto se dice menos. Lo más claro es la disposición inhabitual del paisito a colaborar y trabajar estrechamente con el Gobierno de la Nación… para captar dineritos del Plan de Recuperación. ¡O qué se pensaban! También una referencia vaporosa a instrumentos normativos y de gobierno en materia de salud; la perra con ser diferentes haciendo lo mismo que los de al lado. Y, finalmente, una reforma fiscal pendiente que suena como a aquella revolución que nos dejamos por hacer y que ocupa muchas líneas para concretar poco o nada, aunque sí algunas intenciones que habrá que contrastar cuando tengamos algo: fiscalidad progresiva y equitativa, convergencia fiscal europea (y española, que no se dice, pero se supone), elusión fiscal (¡je, je!) y hasta aquello de evitar duplicidades en las administraciones, que uno pensaba que esto ya se había desechado por superado. La ontología del país, eso de un nuevo pacto estatutario para una nueva generación (sic), queda como letra pequeña irrelevante ante la que está cayendo, que hasta los del ‘procés’ lo han ocultado hasta que se recuperen de sus penosos números. Aquí también.

Finalmente, disposición al diálogo, que lo cortés no quita lo valiente y la cómoda mayoría parlamentaria no tiene por qué traducirse en autismo gubernamental. En todo caso, alguna apelación, como la de la Mesa de Diálogo Social, empieza por ilustrar sobre nuestras carencias en el asunto, igual que la actitud de la oposición, que no le ha dado al futuro ejecutivo ni la oportunidad de ver qué cosa de verdad van a parir estos cinco folios de preacuerdo. Eso, y la renovación y mejora de un banquillo de consejeros y consejeras a la altura de las que van a tener que hacer en el que deja Leo.