Ignacio Camacho, ABC, 11/3/12
Con España envuelta en una dialéctica social de luces cortas, los soberanistas preparan su estrategia de secesión
LA turbohuelga general, antes de los cien días del nuevo Gobierno —para cortesías están los tiempos—, revela que la crisis ha forzado en la política española una dialéctica de luces cortas. Falta mirada estratégica. El Gobierno aborda los problemas como quien va saltando obstáculos; quiere hacer lo imposible de inmediato y necesita un poco más de tiempo para los milagros. La izquierda, por su parte, articula su oposición sobre la base de respuestas reflejas y estímulos de trazo grueso, como si la derrota le hubiese dejado sin facultades para pensar. En este panorama de urgencias y plazos breves parece utópico esperar planteamientos de fondo. Estamos todos envueltos en un presentismo feroz que anula cualquier proyecto de largo alcance.
¿Todos? Tal vez no. Mientras la mayoría social y la opinión pública persigue el vuelo corto de las reformas económicas, el nacionalismo radical se ha puesto a trazar las estrategias de futuro que el resto no tiene tiempo de estudiar. El independentismo catalán organiza ya por su cuenta un calendario de soberanía con 2014 como horizonte de referencia, y el abertzalismo vasco, crecido tras emerger de la clandestinidad forzosa, trabaja con la vista puesta en las elecciones del año próximo para configurar un bloque hegemónico de autodeterminación. Ambos polos pretenden aprovechar la tribulación de una España estancada en su desarrollo para comenzar el demarrage, la gran escapada hacia la secesión. Y lo están haciendo a sabiendas de que la atención general está centrada en cuestiones de carácter perentorio.
Contra lo que pueda parecer a primera vista, el verdadero problema de esta legislatura consiste en la posibilidad de que la España que entró en ella no sea la misma que la termine. Con una España debilitada en su cohesión interna por la quiebra socioeconómica y una Europa sin capacidad de respuesta, el soberanismo acaricia el sueño de contar con unas «condiciones objetivas» históricas favorables para su ideal irredento. Se sabe fuera de foco y puede trabajar en zona de penumbra para ganar tiempo. El plan consiste en emerger con los deberes hechos frente a una nación inerme zarandeada por convulsiones sociales. Se trata del momento que anhela el imaginario independentista: un escenario colectivo de depresión en el que pueda prender la idea de separarse. El polo batasuno está ya en condiciones de alcanzar la mayoría relativa en el País Vasco, y los soberanistas catalanes saben que en condiciones de descontento general, incrementado por la frustración de ampliar la vía autonomista, lograrían arrastrar a una porción considerable del llamado nacionalismo moderado. Los separatistas cuentan con la ventaja de su contrastada coherencia con su compromiso.
Ése va a ser el verdadero desafío de esta época. Centrados en la recesión, a los españoles se nos está olvidando el peligro de la secesión en ciernes.
Ignacio Camacho, ABC, 11/3/12