Lorenzo Silva-El Correo
- Puigdemont y sus correligionarios no dejan pasar ninguna ocasión de ratificarse en su voluntad de ruptura
El 2 de marzo de 1936, el gran periodista sevillano Manuel Chaves Nogales tuvo la ocasión de hacer una de las entrevistas de su vida. Renunció a tomar notas y la transcribió luego de memoria, pero su contenido quedaría para los anales. Entre las declaraciones que recogió, me permito destacar las que siguen. «Tendré siempre presentes los intereses fundamentales de la economía de España y de Cataluña». «Gobernar no es lo mismo que trazar esquemas doctrinales sobre la política». «Yo vivo de las realidades políticas y sociales y a ellas debo atemperar mi conducta». «Respondo de hacer cumplir la ley lo mismo a los que la acepten que a los que se coloquen fuera de ella». Y a guisa de resumen final: «No vamos a esgrimir el poder como arma de combate contra los que no piensan como nosotros ni a utilizarlo para suscitar en nuestra patria una nueva convulsión».
Aunque a alguno sorprenderá, el que está tras todos esos entrecomillados no es otro que Lluís Companys i Jover, que en esas fechas acababa de hacer su regreso triunfal a Barcelona para asumir la presidencia de la reinstaurada Generalitat tras la amnistía que le había abierto las puertas del penal del Puerto de Santa María, donde cumplía condena por su rebelión de 1934. Leyendo sus palabras, se aprecia que aquella amnistía de 1936 no sólo se distingue de la de 2024 en que estaba prevista en el programa electoral del Frente Popular, y por tanto bendecida por cada uno de los votos que le dieron la victoria; también existe un matiz algo más que notorio en la actitud de los beneficiarios de la medida, empezando por el primero y más relevante de ellos. El afán de reconciliación y enmienda no puede ser más explícito.
Todo eso, en cambio, brilla por su ausencia en el prófugo mayor del independentismo del XXI y sus correligionarios, que no dejan pasar ninguna ocasión de ratificarse en su voluntad de ruptura, sus amenazas a los jueces y su tacha de ilegitimidad a la legalidad española. Nos dicen los impulsores de esta amnistía que no hay que hacer caso de tales exabruptos, destinados sólo al consumo de los feligreses, y que se verá cómo esta concesión a quien de nada se apea acabará obrando el milagro de restañar las heridas. Ojalá, y ojalá erremos los escépticos. Lo dice Chaves Nogales en su crónica de aquellos días -recogida entre otras en Cuatro historias de la República, editado en 2003 por Destino-: Cataluña «tiene hoy las libertades tanto tiempo anheladas, lo que necesita urgentemente son hombres que sepan utilizarlas».