Miquel Escudero-El Correo

Está fuera de cualquier duda que no todas las ideas son apreciables, algunas merecen un rechazo absoluto. No obstante, todos los seres humanos (piensen lo que piensen o hagan lo que hagan) tienen dignidad y deben ser respetados, es el Derecho. ¿Es posible aproximar posiciones cuando se contrastan criterios? No siempre, porque pueden ser literalmente opuestos. Pero en política, cuando se está de acuerdo con el Derecho y la Justicia, cuando no hay delitos de odio ni agresiones criminales, todos deben poder integrarse, es la democracia. No se trata de ser imparciales o neutrales (a menudo es imposible en conciencia), sino de ser objetivos y ecuánimes y tener espíritu de solución ante los problemas, no desatar la beligerancia.

Avanza entre nosotros, socialmente, la idea de que «primero son los de casa». Hay que matizar el motivo de preferencia. Hasta hace poco se ha dicho que en los trabajos «la antigüedad es un grado», esto es, hay una predisposición favorable con los veteranos; por experiencia, continuidad y servicios prestados. En cualquier caso, es fundamental estar dispuestos a reconsiderar posiciones y no entregarse a la demagogia interesada.

Hay una acometida reaccionaria. En distintas ocasiones, Trump ha acusado a los inmigrantes de extraer del sistema mucho más de lo que nunca podrían devolver; otra vez, de nuevo, la apoteosis del egoísmo colectivo. Ocultaba que el año 2016, según estimaciones dignas de crédito, los ‘sin papeles’ en Estados Unidos pagaron en impuestos 11.700 millones de dólares, esto es, el 8% de sus ingresos en ese año. ¿Nos podemos cruzar de brazos ante la extrema vulnerabilidad de personas indefensas?