Jorge Vilches-Vozpópuli
- La ruptura de este Gobierno socialcomunista, aun a costa de que engorde al PSOE, sería un servicio a la democracia y a la convivencia
Los llamamientos de la derecha a Pedro Sánchez para que salve la España democrática echando a Pablo Iglesias y a su comparsa sirve para asentar al socialista. El presidente del Gobierno queda no solo como el mal menor, sino como el único capaz de poner punto final en nuestro país a la pesadilla totalitaria de los bolivarianos. No recuerdo que un jefe del Ejecutivo contara jamás con tal auxilio de la oposición. La maniobra deja a Sánchez libre de pecado aunque no deje de tirar piedras.
Este sería el sentido de las cesiones del PP en la renovación de las instituciones. Los populares pusieron tres condiciones al PSOE para cambiar la composición del CGPJ: avanzar en su despolitización, reforzar su independencia, y dejar fuera a Podemos. Lo importante para el PP era lo último. Lo otro, devolver a la separación de poderes su naturaleza e importancia para el mantenimiento de la democracia liberal, quedará relegado a un punto, espero que importante, del programa electoral del PP.
Este giro permitiría comenzar el fin de la coalición Frankenstein volando el puente entre el Gobierno y los nacionalistas: Podemos. Esto es posible porque el PSC y ERC no se hablan en Cataluña para formar Gobierno
No solo será el CGPJ, sino RTVE, el Tribunal Constitucional y el Defensor del Pueblo. Además, el PP pide que Dolores Delgado deje de ser Fiscal General del Estado. El conjunto, de producirse sin engaños ya que hablamos de Sánchez, sería el primer amago de volver al eje constitucionalista del pasado, y desechar el eje rupturista actual. Este giro permitiría comenzar el fin de la coalición Frankenstein volando el puente entre el Gobierno y los nacionalistas: Podemos. Esto es posible porque el PSC y ERC no se hablan en Cataluña para formar Gobierno, lo que cambia la relación en Madrid.
Es indudable que la presencia de Podemos en la política española es un mal. Todo populismo lo es porque se basa en el conflicto, en destruir la convivencia y en defender la reconstrucción de una comunidad homogénea imaginaria, cuya primera víctima siempre es la libertad. Si cae Podemos sería el segundo partido de la nueva política que fracasa en su plan de sustituir a su hermano mayor tras Ciudadanos. Solo quedaría Vox, el recién llegado y el más sólido.
El descenso de Podemos es seguro fuera del Gobierno porque quedarían en nada sus diatribas totalitarias y violentas, la soberbia con la que quieren cambiar las costumbres privadas y la moral, su leninismo de “construir patria”, la ignorancia con la que hablan del presente, y el desprecio a quien piensa diferente. Todo su sueño comunista se evaporaría, y volverían a la casilla de salida: el activismo cutre y los platós de televisión local.
«Una panda de vagos»
Es preciso aprovechar el impulso del PSOE contra Podemos, manifestado desde la pasada semana cuando los diputados socialistas no aplaudieron a Iglesias, pasado por el “no seas cabezón”, a lo que dijo el ministro Escrivá sobre los podemitas: “estos son todos una panda de vagos”.
No solo no está entre sus virtudes trabajar, sino que son muy caros: 500 millones de euros para propaganda del “feministerio”, el doble para la Agenda 2030 del marqués, y 41 para el ministro que dice “proponido”. Con este bagaje es lógico que la izquierda vea que su rey republicano está desnudo, y que se lo haga pagar en las urnas y en las encuestas. Además, el futuro procesal de la dirección de Podemos no ha hecho más que empezar y eso que solo llevan un cuarto de hora en la política.
No hay nada más peligroso que un totalitario en el Gobierno, y es aquí donde los dirigentes políticos del resto de organizaciones deben actuar. Entre un Estado de partidos y el caos rupturista basado en los escombros, es preferible lo primero. La apelación a la responsabilidad de los líderes en situaciones excepcionales, cuando la democracia está en riesgo por la cercanía de los totalitarios, es precisamente esto: que cedan a lo menos malo para evitar lo peor. Por eso es preferible pactar hoy con el PSOE la composición del CGPJ y otras instituciones, y mañana impulsar una ley del Poder Judicial que lo despolitice.
Visto con perspectiva histórica, la ruptura de este Gobierno socialcomunista, aun a costa de que engorde el PSOE, sería un servicio a la democracia y a la convivencia. Nunca se había vivido esta tensión entre amigos y familiares, con tantas vías abiertas de comunicación para demostrar el odio, y una descalificación tan grave de la democracia española dirigida desde una vicepresidencia. Es preciso rebajar la tensión. España no debe acostumbrarse a la violencia. Las imágenes de kale borroka y pillaje, alentadas desde una parte del Gobierno, deben tener respuesta desde el mismo Ejecutivo. El PSOE de Sánchez no se ha cansado de hablar de la necesidad de tener una oposición con sentido de Estado. Es hora de reclamar también un Gobierno con esa vocación.