José Luis Alvite, LA RAZÓN, 24/4/12
En los hervideros políticos se han desatado las especulaciones a raíz del resultado obtenido en las elecciones francesas por el Frente Nacional de Marine Le Pen. Abundan las referencias a la concepción ultraderechista de su ideario nacionalista, es cierto, pero algunos analistas consideran que Le Pen representa un sentimiento antisistema, reacio a la Europa del dinero y proclive a una concepción humanista de la vida pública. Al negar el ultraderechismo del Frente Nacional, incluso se escuchan voces proclamando en Marine Le Pen el perfil doctrinal de cierto trotskismo adaptado en la práctica a las circunstancias extremas de la crisis que amenaza las estructuras económicas, sociales y políticas de la Unión Europea. Se trataría en ese caso de una extrema derecha reacondicionada para ser depositaria del creciente descontento general de las capas populares, asqueadas por la hegemonía del dinero y reivindicativas del peso del individuo frente al de las corporaciones. Marine Le Pen habría recibido en las urnas el espaldarazo de quienes creen que en la Europa comunitaria ha llegado el momento de que el instinto se imponga sobre la burocracia y el poder político deje de estar al servicio del gran capital. A Le Pen ni siquiera le habría hecho falta una exhibición ideológica para crecer. Europa empieza a darse cuenta de que en una situación de emergencia las ideologías son menos determinantes que los instintos. Con una crisis aguda, la sociedad no necesita instructores para rebelarse. Le ocurre como al perro hambriento, que sería capaz de comer sin necesidad de que alguien le enseñase a masticar. En la Historia hubo otros momentos en los que lo que despertó la inteligencia redentora del hombre no fue el conocimiento, sino el hambre.
José Luis Alvite, LA RAZÓN, 24/4/12