Las subvenciones lineales, ya sean 210 euros al mes para el alquiler de pisos, ya 2.500 en una sola paga para fomentar la natalidad, son expresión de paternalismo, pero ni son justas, ni eficaces. La solidaridad entre las autonomías que proclama la Constitución se niega al invertir en Cataluña en proporción al PIB, dando más a quien más gana. ¿Por qué es tan rara esta izquierda de ahora?
Durante la campaña que precedió al referéndum constitucional, Euskadiko Ezkerra realizó pintadas con un eslogan curioso: «Los jóvenes vamos a la Revolución y al Socialismo. Esta Constitución, no». Uno, que entonces era joven y sentía la llamada del socialismo, aunque no tanto la de la revolución, no estaba muy de acuerdo con la afirmación de que los jóvenes tuvieran ese par de metas tan claras. «Lerdo de Tejada y García Juliá, no creo», dije para mí, al leer aquella consigna. Fernando Lerdo de Tejada y Carlos García Juliá eran los ultraderechistas que habían asesinado a los abogados laboralistas de Atocha en enero de 1977.
Mutatis mutandis, las interpretaciones que se hacen los gobernantes de cuáles son los anhelos y aspiraciones de los jóvenes da la impresión de que están afectadas por las mismas bienintencionadas interpretaciones que EE hacía sobre el voto joven, la revolución y el socialismo. «Me siento generacionalmente implicada» en el problema de la vivienda, explicó la ministra del ramo el día de su toma de posesión, elocuente muestra de cómo una frase plausible se vacía de significado por un adverbio que opera como desagüe. ¿Qué quiere decir ‘generacionalmente’? No más que si dijésemos que Ana Patricia Botín se siente ‘generacionalmente’ implicada en el drama del rumano que se quemó a lo bonzo en Castellón. Ser de una edad parecida a la que tenía la víctima de este desgraciado suceso es una motivación más débil. Implica más el nivel de renta, las cosas como son.
El plan tan solemnemente anunciado por el presidente y la ministra Chacón se cayó a la vista de la opinión pública en 24 horas, tan pronto como se supo que alguna de las medidas más importantes procedían de una reelaboración del plan de su antecesora: la ayuda de 210 euros mensuales para el alquiler a jóvenes de edades comprendidas entre los 22 y los 30 años que no llegasen a los 22.000 euros anuales de ingresos era, en el plan de Trujillo, una ayuda de hasta 240 euros a los menores de 35 años con rentas inferiores a 17.500 euros anuales.
El efecto más probable del citado plan será perverso: los alquileres serán más caros. Si el presidente hubiese llegado puntual a la primera de las dos tardes que Jordi Sevilla dedicó a explicarle los rudimentos de la ciencia económica, habría sabido que la rigidez de la oferta en el mercado (de alquileres) no se resuelve incentivando la demanda. Si la función de oferta no cambia para hacerse más elástica, el aumento de la demanda se traducirá en aumento del precio en una cantidad equivalente a los 210 euros de la dádiva.
El hecho de que la ventanilla se abra dos meses antes de las elecciones y el hecho, más notable, si cabe, de que los beneficiarios de una política social se acoten por la edad, en coincidencia con el segmento de población más inclinado a abstenerse según todas las encuestas, podrían llevarnos a sospechar que el Gobierno quiere pagarse la campaña electoral con dinero público.
Sabemos, por sentido común y porque lo dice todas las semanas la portavoz del Gobierno, que la política electoralista es patrimonio de la derecha. La izquierda actúa para extender derechos y articular políticas sociales. Por eso, llegados a este punto, es difícil de entender que el Estado del bienestar redistribuya en pagas lineales, seleccionando a los beneficiarios por tramos de edad y no de renta. Tampoco se entiende que la edad máxima del perceptor se limite a los 30 años, que es cuando la permanencia en casa de los padres empieza a ser un problema serio. ¿Cuántos agravios creará esta medida entre ciudadanos mayores de esa edad que tengan problemas para pagar el alquiler? ¿Es más acuciante la necesidad de abandonar el nido para un joven de 22 años o acceder a una vivienda asequible para uno de 34 con dos hijos?
Habría que plantearse si la demanda de emancipación en los jóvenes es mayoritaria a partir de los 22. Las madres les llenan el frigorífico, les tienen la habitación limpia y en orden, les lavan y planchan la ropa, se cuidan de que nadie haga ruido antes de las tres de la tarde porque el chico ha trasnochado y, de vez en cuando, se lleva a su marido fuera de casa para que el chico (o la chica, naturalmente) pueda homenajear adecuadamente a su pareja.
¿Con qué criterio se ha fijado esa cifra? Según nota de prensa del Ministerio de Vivienda del 27 de junio pasado, un piso en alquiler cuesta en Madrid 3,31 veces más que en Palencia. ¿Por qué se les da la misma cantidad? ¿Qué tienen los jóvenes de Palencia que no tengan los de Madrid? Las subvenciones lineales, ya sean 210 euros al mes para el alquiler de pisos, ya 2.500 en una sola paga para fomentar la natalidad son expresión de paternalismo, pero ni son justas, ni eficaces. La solidaridad entre las autonomías que proclama el artículo 2º de la Constitución se niega al invertir en Cataluña en proporción al PIB, dando más a quien más gana. ¿Por qué es tan rara esta izquierda de ahora?
Santiago González, EL CORREO, 24/9/2007