Editorial-El Correo

  • El presidente necesita algo más que «sudar la camiseta» para superar los escándalos y cumplir los retos del país, frenados por la inestabilidad
Pedro Sánchez cierra el año con más frentes abiertos que los que le llevaron en abril a justificar la insólita decisión de abandonar sus responsabilidades como presidente del Gobierno para «reflexionar en la intimidad» si merecía «la pena» seguir adelante. Entonces estaba indignado por la campaña de «acoso» que vio en las diligencias judiciales abiertas a su mujer para dirimir si se valió de la influencia de La Moncloa en su desarrollo profesional. Ocho meses después, el panorama parece más convulso para el jefe del Ejecutivo por la gravedad de los supuestos delitos cometidos por Begoña Gómez, entre ellos tráfico de influencias y corrupción, a los que se han unido otros dos escándalos: la trama de mordidas a cambio de contratos públicos que salpica al exministro José Luis Ábalos, junto a quien fue su asesor Koldo García y al conseguidor Víctor de Aldama, y la investigación por revelación de secretos que ha convertido a Álvaro García Ortiz en el primer fiscal general del Estado imputado en democracia en España, y al que Sánchez se empeña en exculpar, por su presunta implicación en la difusión de datos confidenciales sobre el fraude fiscal del novio de Isabel Díaz Ayuso, con el fin de desgastar a la ‘baronesa’ del PP.

Aunque no está dispuesto a volver al rincón de pensar, convencido de que «el tiempo pondrá las cosas en su sitio», el presidente necesitará algo más que eso y que «sudar la camiseta» en la legislatura. Compaginar la compleja tarea de evitar fisuras entre sus socios de investidura, cada vez más apiñados en bloques sobre todo al emerger la economía, con los sobresaltos de las investigaciones en curso amenazan con echar por tierra los desafíos de su hoja ruta.

Por muy loables que sean la cohesión social y el crecimiento económico para la prosperidad del país, son metas que se ven condicionadas por una inestabilidad política que frena el impulso legislativo -el Gobierno sólo ha podido sacar adelante con sus socios 25 leyes, la mitad que el año pasado- y complica sobremanera la aprobación de un Presupuesto, lo que podría llevar a Sánchez a dar una vuelta de tuerca a su catálogo de osadías en busca del apoyo de Carles Puigdemont lejos de España y antes del aval judicial a la amnistía. Maniobras de riesgo para el próximo año que revelan, por un lado, las cabriolas a las que le somete su debilidad parlamentaria y, por otro, la incapacidad del PP para tejer una mayoría alternativa mas allá de algún flirteo con Junts.