Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

Cada vez que se reforma el esquema fiscal conviene revisar antes los objetivos que pretende alcanzar, que cambian en función de las necesidades sociales y económicas de cada momento. ¿Cuáles son estas? Son bastante evidentes. En lo social, facilitar el acceso a la vivienda, conseguir que la bonanza macroeconómica se traslade al bolsillo de los ciudadanos, es decir, que la mejora del PIB llegue a la renta per cápita y que la desigualdad no crezca sin control. En lo económico, impedir que la atonía europea nos alcance, lograr que la inversión privada se reanime y que la bonanza actual del empleo no decaiga. La reforma presentada ayer por las Haciendas forales camina, en general, por esa senda. No es fácil encontrar en ella medidas con las que discrepar, aunque si lo es el mencionar medidas que faltan. Por eso, la mayor crítica que se le puede hacer es la parquedad de sus objetivos, la falta de ambición de sus propuestas.

Da la impresión de que la solución a los problemas de aprobación de este esquema en las Juntas Generales, de los presupuestos de las Diputaciones -faltan votos en Álava y Gipuzkoa-, y la coherencia interna de la coalición que los sostiene ha pesado más que su utilidad teórica. Una vez desechada la opción del PP, nada de lo presentado ayer repugnará a Bildu, que se limitará a estirar unos puntos la tributación de las rentas de capital. Después, todos contentos.

La elevación del mínimo exento a los 19.000 es más que razonable, la mejora de la tributación a la vivienda no será dañina, pero tampoco solucionará el problema que necesita mucho más el aumento de la oferta que la mejora fiscal de la demanda. El tratamiento de los rescates de las EPSV es satisfactorio para los afectados y la promoción de los planes de empleo impactará poco en la realidad de los interesados. La subida de la imposición al ahorro es fiel al sentido de la moda. Entre quienes se oponen a ellas y reclaman un castigo fiscal mayor, los legisladores ‘progresistas’ olvidan que son el resto del ahorro de las rentas no consumidas en su día y que ya tributaron en su momento. Pero, como a nadie le preocupa la inversión que financian… pues ¡que se aguanten! En Sociedades, también se sigue la moda. Habrá mejoras a las inversiones en descarbonización, lo cual está muy bien, pero ¿se supone que las restantes son menos necesarias y por eso se las trata peor?

En definitiva, esta reforma no destrozará nada de nuestro sistema productivo, ni dañará nuestro esquema social. La duda es si arreglará alguna de sus carencias.