Karina Saínz Borgo-Vozpópuli
Para la portavoz socialista, los retratos del Rey emérito son un asunto decorativo que no le preocupa ni le ocupa. Es decir, un adorno
Las cazadoras vaqueras son a Adriana Lastra lo que los jerséis a Fernando Simón: una declaración de principios más que un código de vestimenta. Si en Simón la repetición delata funcionalidad, en el caso de Lastra subraya ya no practicidad, sino una estética de andamio, un espíritu albañil, de moverse entre ladrillos rotos y sacos de arena. Ropa de trabajo, pues.
Resulta difícil precisar si se trata siempre de la misma prenda, aunque en casi todas las fotos de prensa, incluidas las de estos días, aparece con la cazadora. Desde que Lastra funge de operadora política para los trabajos de brocha gorda —negociar con Rufián, acalorar el debate en el hemiciclo, pactar con Bildu o insultar a los populares— no hay una semana en la que no la veamos posar con su uniforme de campaña.
Lo importante no es que repita la ropa, tampoco que la cazadora sea manifiestamente mejorable, lo relevante es la idea de conjunto que desprende. A Lastra le importan poco las formas; de lo contrario, sus intervenciones tendrían algo más de gusto, en lugar de la colección de improperios sobre los que sostiene sus razonamientos y arengas parlamentarias.
Esta semana, cuando el PSOE, PP y Vox vetaron en el Congreso la investigación al Rey emérito, Lastra fue consultada sobre si el PSOE pensaba apoyar la propuesta de Bildu para retirar los retratos de Juan Carlos I como ya lo había hecho su partido en el parlamento navarro. «Nosotros estamos a lo importante y sobre la decoración del Congreso, ni tengo opinión ni la voy a tener. No es algo que me ocupe ni me preocupe», contestó.
Para Lastra, los retratos del Rey son un asunto decorativo, pero la tumba de Franco no le pareció al PSOE un adorno
Vino a decir la vicesecretaria general que no era a ella quien le correspondía decidir qué retratos se ponen o se quitan en la casa, como si la figura del anterior jefe del Estado, y padre del actual monarca, fuese un mero asunto decorativo. La tumba de Franco no le pareció a su partido un adorno o un añadido en el Valle de Cuelgamuros.
Para haber cursado estudios de Antropología, Lastra debería saber el peso que adquieren ciertos símbolos. Lo que para ella es ornato obedece a una naturaleza bastante más compleja. Lastra es más de brochazo, prefiere el acabado a martillazos y el gotelé parlametario a la observancia de determinados asuntos, que ella despacha como decorativos.
Si el hábito hace al monje, la cazadora vaquera de Lastra da una idea de que el único interiorismo que a ella le interesa no es ya el de Estado, sino el de Moncloa y aún más el de Ferraz. Con su ropa de trabajo, ella hace lo que le manden: tumbar ese tabique o desatascar la fontanería del soberanismo. Lo que antes fue la pana en el PSOE de Felipe González, en el de Sánchez es ahora la mezclilla.