LUIS GARICANO / ANTONIO ROLDÁN MONÉS – EL PAIS – 02/02/16
· A los líderes de Podemos no les interesan las políticas públicas. No les gusta hablar de soluciones concretas y confrontar datos: prefieren la retórica de la confrontación y de las grandes soluciones inmediatas y simples a los problemas complejos.
En un mundo inestable y con bajo crecimiento económico, triunfan los que encuentran enemigos claros, prometen soluciones mágicas a problemas complejos y grandes certezas sobre el futuro. Trump y Le Pen lideran encuestas denigrando a los inmigrantes. Syriza y Podemos acusan a la casta y a la austeridad de todos los males. El independentismo catalán crece a costa del ogro del Estado español.
En el caso de Podemos, el diagnóstico, aunque simplista, esconde algo de verdad. Pero de un diagnóstico simplista surgen soluciones que terminan empeorando los problemas.
1.Corrupción y casta: es cierto que el sistema político clientelar y la corrupción hacen que ni el Estado ni el mercado estén en España al servicio de los ciudadanos. Pero esto no se resuelve cambiando una casta por otra.
En su programa Podemos mantiene (punto 58) la defensa de la banca pública —¡como si nuestras muy “públicas” cajas no hubieran dejado una factura suficientemente grande a los españoles!—. Y también defiende que el Parlamento, es decir los políticos, auditen y decidan si es necesario reestructurar la deuda pública (puntos 61 y 62) —algo que fulminaría la confianza y dispararía la huida de capitales—.
La solución a la corrupción no puede pasar por inundar más la Administración y la economía de políticos. La condición humana es la que es: seguiremos encontrando corruptos en política. Por eso necesitamos reglas de juego claras, rendición de cuentas y, sobre todo, limitar, en lo posible, que las decisiones sobre jueces, reguladores, contrataciones, medios de comunicación públicos, adjudicación de obra pública, etcétera, dependan de la discrecionalidad del político de turno. Lo contrario de lo que quiere Podemos.
2. Gasto y empleo.
El programa de Podemos no menciona el paro de larga duración ni las políticas activas, fiándolo todo a un dudoso programa de estímulo, un nuevo Plan E.
Podemos prevé terminar la legislatura con un aumento del gasto público de 96.000 millones de euros, un 10% del PIB: más de 2.000 euros por español.
Para financiarlo sugiere, en primer lugar, pedirlo prestado a los denostados mercados: 26.000 millones de déficit adicional. Y espera que los ingresos del Estado suban en 70.000 millones adicionales por encima de lo presupuestado por el PP (Tabla 4 de la memoria económica de Podemos).
La solución a la corrupción no pasa por inundar la Administración y la economía de políticos.
Para ello, los impuestos “solo” tendrían que subir en 40.000 millones, lo que sería equivalente a duplicar todos los tipos del IVA (es decir, subir el general al 42%, el reducido al 20%, el superreducido al 8%). El resto resultaría de un gigante “multiplicador fiscal”, por el que la economía generaría por si sola los 30.000 millones adicionales.
Desafortunadamente, este efecto multiplicador es impensable en una economía con tanto endeudamiento y con una fuerte tendencia a importar. En todo caso, el efecto multiplicador del gasto sería transitorio incluso en el modelo keynesiano en el que se apoyan para hacer estos cálculos. El programa de Podemos comete el error básico de confundir efectos transitorios con permanentes.
Este enorme programa de gasto terminaría en recortes masivos que perjudicarían más a los que supuestamente más quiere ayudar. En Grecia, Syriza ganó las elecciones con un programa económico muy similar al de Podemos. El resultado: un rescate de 80.000 millones y otra ronda masiva de recortes sociales. O eso, o la salida del euro, posibilidad que Podemos ha apoyado, junto a Le Pen, recientemente en el Parlamento Europeo.
La alternativa que plantea Ciudadanos para acabar con la pobreza y luchar contra la desigualdad parte de reconocer que ambas están ligadas al empleo. Nuestro disfuncional mercado de trabajo se caracteriza por (1) la elevadísima rotación (siete millones de trabajadores rotan entre temporalidad y paro); y (2) el elevadísimo desempleo de larga duración (más de tres millones).
Acabar con estos dos fenómenos requiere políticas innovadoras. El empleo debe comportar salarios dignos (para lo que hemos propuesto un complemento salarial que supone elevar en un 30% los salarios más bajos) y contratación estable (para lo que hemos propuesto comenzar por eliminar los contratos temporales). Luchar contra el desempleo de larga duración requiere una verdadera política de formación (hasta ahora, inefectiva y corrupta) y de orientación laboral (actualmente inexistente en nuestro país).
Debemos facilitar la llegada de un nuevo modelo productivo, pero no a base de elegir empresas y sectores de forma arbitraria, sino invirtiendo en innovación, educación y formación, en un sistema judicial justo, simple y eficiente y en una regulación de los mercados que facilite de verdad la competencia.
Necesitamos un programa reformista, que favorezca el crecimiento y mantenga el rigor en el gasto.
3. Asalto al poder o políticas incrementales.
Lo cierto es que las políticas públicas no interesan a los líderes de Podemos. No les gusta hablar de soluciones concretas, contrastar datos, analizar lo que funciona y lo que no. Prefieren la retórica de la confrontación, de transformaciones totales y abruptas, de grandes soluciones inmediatas y sencillas a los problemas complejos.
Pero el enfado simplista no acostumbra a ser buena guía para las políticas públicas. Los ejemplos abundan. El Ayuntamiento de Madrid, enfadado con las agencias de calificación —cuya función es predecir si el que se endeuda podrá devolver el dinero— ha decidido despedirlas, con lo que las emisiones quedan sin calificación y no las pueden comprar los inversores estables. La solución sólo puede empobrecer a los madrileños, que pagarán más y estarán más expuestos a los especuladores. ¿Es este también el plan para la deuda de España?
De lo que sí entienden, en cambio, los líderes de Podemos, es de la conquista del poder (“asalto” suele ser la palabra preferida). Incluso ahora, después de que las urnas han pedido claramente a los políticos que lleguen a acuerdos, sus líderes solo hablan de sillones de ministro, de búnkeres y de la disposición física de los escaños en el Congreso.
Desde Ciudadanos estamos dispuestos a hablar y negociar con Podemos. Pero cualquier conversación tiene que partir del realismo, del reconocimiento de que la primera obligación del gobierno de un país que necesita refinanciar 400.000 millones de euros de deuda (pública y privada) en 2016, es mantener la confianza. Para ello, necesitamos un programa reformista, que favorezca el crecimiento y mantenga el rigor en el gasto. Podemos se encuentra aún en las antípodas de estos objetivos.
Con reformismo constructivo y realista, el cambio es posible. Pero con programas, retórica y eslóganes basados en el pensamiento mágico, a nosotros no nos van a encontrar.
Luis Garicano es responsable de Economía en la Ejecutiva de Ciudadanos y Antonio Roldán es portavoz económico de Ciudadanos en el Congreso de los Diputados. Ambos son autores deRecuperar el Futuro: 12 propuestas que cambiarán España.