Luis Haranburu Altuna-El Correo

No sé si se los debemos a la proverbial ‘finezza’ política de Adriana Lastra, a la progresista testarudez de Pedro Sánchez o, tal vez, al coronavirus, pero lo cierto es que los vascos estamos de enhorabuena: la identidad dual de los vascos ha regresado. Ya no somos tan solo vascos, sino que también nos sentimos españoles. Hay muchas cosas que están cambiando en estos tiempos del coronavirus y también ha cambiado la percepción que los vascos tenemos de nosotros mismos. Han cambiado nuestro sentimiento de pertenencia y nuestra percepción identitaria. Nos hemos aproximado a la realidad de lo que somos. Volvemos a tener una identidad dual.

En su estupendo libro titulado ‘La identidad vasca en el siglo XIX’, la historiadora donostiarra Coro Rubio demuestra que en los tiempos anteriores a la irrupción del nacionalismo entre nosotros, los vascos teníamos un «doble patriotismo» del que nos sentíamos orgullosos. Éramos tan vascos como españoles. Era el reconocimiento de una realidad objetiva que hasta el mismísimo Sabino Arana reconoció en aquella hora «grave y transcendental», poco antes de su muerte, cuando el principio de realidad se impuso a su melancolía política. Son del fundador del PNV las palabras dictadas y firmadas en tal ocasión: «De dos modos puede uno ser español: de modo natural o de modo constitucional… Bajo el punto de vista étnico o de razas, no soy español (…). Del segundo modo, o constitucional, soy ciertamente español, porque soy ciudadano español».

Este claro posicionamiento sobre su doble identidad de vasco y español ha sido ocultado y tergiversado por sus seguidores durante casi 120 años, pero ha tenido que venir la pandemia del Covid-19 para que los nacionalistas vascos, tanto del PNV como de EH-Bildu, reinicien su disco duro para asumir su identidad dual. Dirán lo que quieran en sus idearios formales, pero ambas ramas del nacionalismo se han revelado como apoyos fundamentales del Gobierno de España en esta crisis del coronavirus.

Del PNV conocíamos su pragmatismo político, a la hora de jugar como partido fundamental en la estabilidad y en la inestabilidad de los gobiernos de España; sacando, eso sí, tajada política de su voluble geometría. Más asombrosa fue la implicación de EH-Bildu en el sostenimiento del Gobierno de Pedro Sánchez. Dicha implicación se ha tornado imprescindible a la hora de mantener y prolongar -¡Quién lo diría!- el estado de alarma en España. Se ha de reconocer la habilidad política de la formación que preside Arnaldo Otegi, al rizar el rizo de su nueva implicación política y conseguir la nada desdeñable revocación de la reforma laboral instituida por Rajoy. ¡Ahí es nada! La más odiada de las leyes por la izquierda política y el mundo sindical se ha convertido en el mejor trofeo político de su retorno a la identidad dual.

Ni Sánchez ni Iglesias hacen ya nada sin consultar antes al PNV y a la izquierda abertzale. El problema, sin embargo, reside en que ambas ramas del nacionalismo vasco son socios del Gobierno incompatibles al mismo tiempo. Desde los tiempos de la transición política, el PNV siempre ha jugado el rol del ‘conseguidor’ que, con sus chantajes, más o menos explícitos, siempre traía algún botín arrancado a las garras de Madrid. Era su principal baza para afianzarse y mantenerse en el poder. El PNV era Euskadi de cara a Madrid pero, hete aquí que en estos días del coronavirus le ha surgido un contrincante, de su misma familia, que pugna por lograr réditos políticos en el mismo caladero donde acostumbran a pescar los jeltzales. EH-Bildu, además, ha logrado un botín que puede exhibir ante toda España como campeona de la justicia social, la revocación, aun parcial, de la reforma laboral de Rajoy le granjeará nuevos réditos en el ámbito de la izquierda española. Pero no acaba ahí su rotundo éxito, ya que también ha logrado mejoras económicas para Euskadi y Navarra; un terreno éste donde el PNV no tenía competidor hasta la fecha.

Sea por la fuerza de los hechos o haciendo valer el principio de realidad, el nacionalismo vasco ha regresado a la identidad dual que durante siglos fue un rasgo político y cultural de los vascos. ¡Sea enhorabuena! Pero lo que debemos preguntarnos es por la calidad y la virtud política de un Gobierno que se ve obligado a pactar con fuerzas que en su esencia contienen el propósito último de romper con España. O es que ha cambiado mucho el nacionalismo vasco o es que el socialismo español ya no es lo que era.

Alguien en el socialismo español tendría que explicar por qué firmó Adriana Lastra el pacto con EH-Bildu, mientras dicha organización se veía incapaz de condenar el ataque al domicilio de la secretaria general del PSE-EE. Es conocida la proverbial capacidad de Sánchez para maniobrar con el fin de conservar el poder, pero hay razones, no ya éticas pero si estéticas, que deberían impedirle comulgar con las ruedas de molino de quienes son incapaces de decir que en política no es de recibo matar al adversario. Para más inri y mayor mérito de los de Otegi, los cinco votos de EH-Bildu no eran imprescindibles.