Mikel Buesa-La Razón
- No se trata de un ataque a la libertad de mercado, sino de la corrección de sus fallos para hacernos más fuertes frente a los enemigos del humanitarismo y la democracia
De momento, sólo se han dado los primeros pasos, pero la Declaración de Versalles, emitida hace una semana por los altos mandatarios de la Unión Europea, no deja ya lugar a dudas acerca de que la geopolítica se coloca en el centro de la acción gubernamental. En ella se condena sin paliativos la agresión rusa y la guerra, y se ofrece ayuda a Ucrania. Pero se va mucho más allá al formularse una nueva política centrada en el refuerzo de la capacidad de defensa de la UE, la reducción de su dependencia energética, el desarrollo de una base económica sólida a partir del «fomento de iniciativas industriales» y del «refuerzo de las capacidades de investigación e innovación» –con mención a las materias primas, los semiconductores, la sanidad, las tecnologías digitales y los alimentos–, así como el fomento de la inversión. De que estamos en las puertas de una nueva era no cabe la menor duda. El regreso a la geopolítica recupera un moderado discurso proteccionista vinculado al restablecimiento de la política industrial. No se trata de un ataque a la libertad de mercado, sino de la corrección de sus fallos para hacernos más fuertes frente a los enemigos del humanitarismo y la democracia.