Martín Prieto, LA RAZÓN, 20/12/11
En su petición de investidura Mariano Rajoy ha sido un caballero, en tiempos truhanescos, comenzado por dar respeto a Rodríguez Zapatero y admitiendo con insólita generosidad que en política las herencias recibidas no sirven como beneficio de inventario. Rajoy recordará las vilezas con que el PSOE retribuyó las gentilezas de José María Aznar, y sabrá que tras la paliza electoral tampoco esto se lo agradecerán o han de perdonarle un día de oposición. La bancada socialista permaneció imperturbable ante el discurso y sólo les revoleteó un mariposeo de vergüenza cuando el candidato anunció para el primero de enero la actualización de las pensiones. Nadie en España se había atrevido a tocar las jubilaciones hasta que llegó la nueva vía socialista, el republicanismo activo, la memoria histórica y la poesía de Gamoneda. Pero el inmediato presidente lo que ha propuesto es otro horizonte y su convencimiento de que cuando el país se recupere no estaremos como en el mejor de los tiempos pasados sino en otro escenario propio y europeo. Regreso al futuro. Los pocos socialistas que hacen declaraciones le exigen a Mariano Rajoy hasta los reglamentos de sus futuras leyes. No tendrá queja la futura oposición porque el candidato ha anunciado un Estado a dieta de hambre, Presupuestos y nuevo marco laboral en tres meses, una segunda reforma financiera, fusiones bancarias, y acaso un « Banco malo»,y otras agonías. El valor de Rajoy estriba en que sabe que el próximo año será peor que éste pero se ofrece a resolver problemas sin aspirar a ningún aplauso. Y, probablemente, a ninguna colaboración. ¿Sus momentos mejores?: obligándose a decir la verdad y negándose a perder a los jóvenes.
Martín Prieto, LA RAZÓN, 20/12/11