- Madre mía, que mal ha sentado a ‘lazis’, comunistas e indignaditos lo de Tabarnia
Erasmo de Rotterdam ya lo dijo en su imprescindible «Elogio de la locura»: el que se ríe de todo es un loco y el que no se ríe de nada es un idiota. Porque el sentido del humor es el mejor fielato, diría que casi el único, que permite distinguir a las mentes despejadas de las brumosas. La kermese tabarnesa que llevamos a cabo en Madrid este martes para investir como presidenta a Isabel Díaz Ayuso– y que llegó a ser cubierta por más se sesenta medios, convirtiéndose en trending topic de Twitter – ha producido olas gigantescas de bilis, mala leche, indignación tartufesca y descalificativos en grado de peritonitis moral aguda. Personalmente, lo esperaba
Si hay alguien en este mundo que se tome a sí mismo absolutamente en serio y no tolere la menor ironía es el destinatario del presente juguete cómico, a saber, el que vive recluido en su secta llámese separatismo, comunismo, socialismo o cualquier otro reducto en barbecho intelectual.
Las consecuencias no podían ser otras, evidentemente, que las que han sido. Los profesionales de la indignación han salido en tromba con todo tipo de armas arrojadizas que, gracias a Dios, suelen tener la misma consistencia que el Blandiblub de antaño. No traspasan, ni rozan siquiera, la sólida armadura de quien no precisa del insulto para poner el paño al púlpito y decirle al emperador y a toda su Corte de los Milagros que van en pelota picada.
Catalán como soy, he tenido ocasión de observar hace años ese gesto de morro torcido ante la ironía por parte del poder, de los nacional separatistas
Catalán como soy, he tenido ocasión de observar hace años ese gesto de morro torcido ante la ironía por parte del poder, de los nacional separatistas. Ellos, tan dados al chiste de sal gruesa y a la procacidad, al insulto apenas tintado de humor, a la descalificación escatológica de parvulitos siempre que vaya en contra del otro, se rasgan las vestiduras ante el menor atisbo de crítica cuando, además, se envuelve en la sutil gasa de la ironía. Es un rasgo admirable, porque viene a sustituir el bíblico “Por sus obras los conoceréis” por el nuevo “Por sus risas sabréis de qué pie cojean”. Los que se han chanceado hasta la náusea de todos y de todo, utilizando con liberalidad sustantivos y adjetivos denigrantes, ahora se hacen los ofendiditos indignados ante esta colosal obra dirigida por Albert Boadella de la que algunos tenemos el honor de formar parte.
Por una parte, pienso que les molesta infinitamente que pongamos ante sus narices su aburridísima letanía de peticiones, dándoles la vuelta. Verbigracia, como dijo don José María Fuster Fabra, en su calidad de ministro para la transición de Tabarnia, “Si los independentistas crean leyes de desconexión, nosotros crearemos leyes de conexión, a ver quién puede más”. Aquí es cuando salta la válvula del vapor y les sale humo por las orejas. ¿Cómo se atreven a reírse del proceso, de sus bondades, de sus capitostes, estos cuatro arreplegats, estos don nadie? No les cabe en la cabeza, claro, acostumbrados al ordeno y mando previa subvención y a la cobardía de quienes les doran la píldora a diario.
Cabe también la posibilidad de que sean incapaces de entender la broma. No es descartable, dado lo parco de su caletre. En fin, la provocación ha sido eficaz y esperamos impacientes la próxima porque esto no ha hecho más que empezar. De una cosa estoy convencido: si podemitas, sociatas y lazis se muestra en contra y dicen que reírse es de fachas, salvo si lo haces con Toni Albá o El Intermedio, concluiremos que reír es de fachas muy fachas. Qué se le va a hacer. Mucho peor es lo de ellos, que los ves y solo te entran ganas de llorar.