Fernando Gutiérrez Díaz de Otazu-El Debate
  • Y es que, en la metodología evidente de los partidos de izquierda de nuestro país, en general y del Partido Socialista Obrero Español, en particular, el relato y su defensa enfervorizada juegan un papel indiscutible en lo que constituye su actuación política

Expresaba el periodista Teodoro León Gross esta semana en una de sus habituales columnas del diario ABC que, en esta ocasión, llevaba por título «¡Asesinos, asesinos!, una opinión de acuerdo con la cual, en la batalla de la propaganda para imponer un relato, Moncloa gana por 10 a 0. Ahí el PSOE arrasa al PP». Se apoyaba para ello en el sumatorio de múltiples acontecimientos y debates registrados en las dos últimas semanas en torno a la gestión de las autoridades, nacionales y autonómicas, sobre la catástrofe climática experimentada en Valencia en la fatídica noche del 29 de octubre pasado y sus lamentables consecuencias.

Utilizaba en su acertada columna una mezcla de tres conceptos sobre los que merece la pena reflexionar. Cuatro si ustedes quieren. Me refiero a los términos ‘batalla’, ‘propaganda’, ‘imponer’ y ‘relato’. El término ‘batalla’ lleva implícita la idea de beligerancia combatiente, de lucha sin desmayo, el término ‘propaganda’ conlleva la divulgación de un argumentario para la consecución de un objetivo final, el término ‘imponer’ refleja la voluntad de que la audiencia objetivo asuma sin discusión lo que se le presenta como propaganda y el término ‘relato’, por fin, representa la existencia de una descripción unívoca e indiscutible de la manera en la que se han producido los hechos, se ajuste esa a descripción a la realidad o no. Lo importante es que se asuma como el que la difunde pretende imponerla.

Constituye esta reflexión de Teodoro León una continuación de la tesis sostenida en su libro «La muerte del periodismo», publicado el pasado 27 de marzo, en cuya introducción, tras analizar las contradicciones asumidas por el presidente Sánchez en su proceso de investidura desdiciéndose de todas las afirmaciones pronunciadas por él mismo durante la campaña electoral, se preguntaba «¿Cómo seguir creyendo en el periodismo una vez que el relato había sustituido definitivamente a la verdad?» Es que cuando uno promueve y divulga algo denominándolo «relato» es porque lo prefiere, por la razón que sea, normalmente no muy confesable, a divulgar la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.

Siempre que reflexiono sobre este esfuerzo por ‘imponer’ un determinado relato, me viene a la memoria una escena de una vieja película cómica de los Hermanos Marx, en la que uno de los hermanos, tratando de hacerse pasar por otro de los hermanos, lo que resultaba evidentemente falso, le interpelaba a la presunta víctima del engaño espetándole: «Usted ¿Qué prefiere creer, lo que yo le digo o lo que ven sus ojos»?, a lo que la víctima, apremiada por la interpelación respondía: «lo que usted me diga, lo que usted me diga», o sea, lo que era evidentemente falso.

Y es que, en la metodología evidente de los partidos de izquierda de nuestro país, en general y del Partido Socialista Obrero Español, en particular, el relato y su defensa enfervorizada juegan un papel indiscutible en lo que constituye su actuación política. Otra cosa es la mayor o menor coincidencia que ese relato tenga con la verdad. Pero eso es lo de menos. Ya saben lo que manifestaba el presidente Sánchez ante los suyos para justificar sus contradicciones. No queda otro remedio que «hacer de la necesidad virtud».

También es público lo que manifestaba el fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz cuando, presuntamente, promovió la divulgación de información privada de un ciudadano anónimo. «Hay que divulgarlo lo antes posible, que no nos ganen el relato».

Esta semana se han debatido en Congreso y Senado, a instancias del Grupo Parlamentario Popular en ambas cámaras, las actuaciones de la Administración General del Estado durante las primeras horas de lucha contra los efectos iniciales de la DANA en varias localidades de España, significativamente de las Comunidades de Valencia, Castilla La Mancha y Andalucía.

En la comparecencia de la ministra Robles ante el Senado, su relato comenzó por aseverar que la situación afrontada se enmarcaba «exclusivamente» en el ámbito de la Protección Civil, afirmando que, en el ámbito de la protección civil, la responsabilidad recae «exclusivamente» en la Comunidad Autónoma, lo cual no se corresponde exactamente con la realidad porque la norma sobre protección civil prevé que si las dimensiones efectivas o previsibles de la situación requieren una dirección de carácter nacional, se procederá de forma acorde y recaerá la dirección, con los recursos necesarios del Estado, en el Ministerio del Interior. Pero, una vez más, lo importante es el relato, no lo que la realidad imponga.

En el mismo debate, el Senador del Grupo Parlamentario de Izquierda Confederal (Más Madrid, Eivissa i Formentera al Senat, Compromís, Agrupación Socialista Gomera y Gerona Bai (GPIC)) Enric Xavier Morera Català lanzó un alegato contra el presidente Mazón, culpándole, en exclusiva, de las consecuencias de la DANA y afirmando que el «pueblo valenciano» exigía su dimisión, en referencia a la concentración celebrada en Valencia el pasado sábado 9 de noviembre, en la que se pedía su dimisión. En algunos vídeos difundidos por las redes se ha puesto de manifiesto que «el pueblo soberano» que pedía lo mismo para Sánchez no era bienvenido en la manifestación. «Esta concentración no es para eso», se les decía, para a continuación corear «fuera, fuera» y desalojarlos de la manifestación. El «pueblo soberano» tiene libertad de expresión para defender, exclusivamente, aquello que coincida con su punto de vista. Y nada más que eso. Pero lo importante, una vez más, es el relato.

En este debate, inevitable en estos tiempos, en los que a los ciudadanos se les impone elegir entre uno de los múltiples relatos que se presentan ante él o la realidad a la que, en la medida de sus posibilidades, pueda aproximarse, no olvidando la máxima que ya formulara Campoamor en el Siglo XIX, de que «en este mundo traidor, nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira», yo me inclino por la realidad, pero prefiero dejar al amable lector que, sin presiones ni apremios, haga su propia elección entre relato o realidad.