Hermann Tertsch, ABC 04/01/13
A veces el pueblo no sabe si le gobierna un vivo o un muerto.
Los caudillos, menos los menos mañosos que son linchados o ejecutados por sus propias gentes, mueren todos de forma muy parecida. Con partes del equipo médico habitual que emiten letanías mentirosas que nadie cree. Y que llevan también ahora en el caso de Hugo Chávez, como en el de Fidel Castro o los diversos Breznevs y Chernienkos, a que los gobernados no sepan a ciencia cierta si les gobierna un vivo o un muerto. De momento en el caso venezolano no se ha muerto el original aun o al menos es lo que afirman sus deudores. Pero los sustitutos ya se mueven. Porque las precariedades son ya lo único que tiene certeza con la desaparición del presidente recién electo, que no podrá ya asumir su cargo. El delfín dentro de Venezuela es el por él ungido Nicolas Maduro. Ni siquiera eso supone ya una seguridad en una situación política que cambia dramáticamente por el vacío que genera la desaparición de Chávez.
Fuera de Venezuela, el que tiene ambición de asumir el caudillaje en el «movimiento bolivariano» o el «socialismo del siglo XXI» es Rafael Correa, el presidente de Ecuador que ayer mismo abría la campaña electoral para las elecciones presidenciales en su país. Correa no sólo cuenta con ganar las elecciones y renovar mandato, sino confirmar que es el único de los dirigentes latinoamericanos cercanos ideológicamente a Chávez que puede asumir su legado internacional. Cree poder contar con que el pobre sucesor venezolano, Maduro, sea realmente un personaje tan desasistido como dicen y parece. Y con su vocación «internacionalista» y «antiimperialista» que lo mismo le lleva a jugar a protector de Julian Assange como coquetear con los radicalismos islamistas de Oriente Medio e Irán emulando a Chávez. El carisma de Correa no es el de Chávez y su poderío petrolífero dista de ser el de Venezuela. En todo caso, con la desaparición del singular personaje que ha sido el caudillo venezolano las interrogantes no se limitan a ver si Maduro logra mantener vivo el chavismo post Chavez. Sino en ver si colapsa el inmenso sistema de poder creado por Chavez con sus aliados cubanos.