JON JUARISTI – ABC – 12/02/17
· Del populismo como añoranza de la misa mayor en Santo Domingo.
Hace un par de semanas, en un debate sobre populismo, cité a Íñigo Errejón, que afirmaba que la utopía tecnocrática de la gestión eficaz habría acabado «con los grandes ideales que hacen que la gente se emocione, cante junta o sienta algún tipo de solidaridad con el otro». En mi opinión, aduje, este tipo de asertos da la razón a los autores que, como Loris Zanatta, sostienen que el populismo contemporáneo no es otra cosa que nostalgia de la Iglesia perdida. Antes, la gente se emocionaba, cantaba y se solidarizaba con el vecino en la misa cantada. Ahora eso no es posible ni en misa (el pasado año, a mi madre, ferviente católica, hija y esposa de músicos, que si algo amó en la vida fue cantar, su parroquia le negó un funeral con órgano y cantos para no hacer agravio a difuntos más pobres).
En realidad, aludí a Loris Zanatta como concesión al contexto del debate, en el que participaban otros tres profes de universidad (Fernando Vallespín, Jorge Verstrynge y Carlos Fernández Liria), pero la alusión era innecesaria. Es evidente que parte del relativo éxito de Podemos, así le pese a Errejón, se debe al nombre de su secretario general (no a su persona), como en su tiempo sucedió con el del fundador del PSOE. «Pablo Iglesias» es el verdadero nombre secreto del movimiento podemita, formado por círculos locales autónomos a imitación de las iglesias paulinas de Éfeso, Tesalónica, Corinto, Antioquía, etcétera. Círculos que no se atreven a llamarse iglesias por miedo a una reveladora tautología.
Errejón también dice lo siguiente: «Solo conozco tres grandes asideros identitarios: la clase, la patria y Dios. Es claro que a Dios no íbamos a acudir, somos demócratas y basamos nuestros proyectos en lo que somos capaces de hacer como humanos». Qué divertida resulta esta izquierda lacaniana que no reconoce la represión ni cuando se la inflige explícitamente, prohibiéndose acudir a Dios como sus papás se prohibían acudir a casas de lenocinio.
Para mi sorpresa, recibí el inesperado apoyo de Fernández Liria, si bien con matices. Para Fernández Liria todas las religiones son criminales e inhumanas, pero constituyen también la forma espontánea en la que los pueblos expresan su malestar (hasta aquí, todo muy marxista: la religión como el gemido de la criatura angustiada ante su finitud). Ahora bien, según Fernández Liria, en esto de la criminalidad religiosa hay grados, y resulta que el cristianismo sería, a su juicio, la menos criminal e inhumana de las religiones, lo que haría su adopción por Podemos francamente recomendable. A ello se añadiría que, con el Papa Francisco, la Iglesia católica (siempre en opinión de Fernández Liria) parece volver a los tiempos de la Teología de la Liberación, lo que facilitaría la fusión del populismo español y los latinoamericanos.
En fin, que uno nunca sabe hasta qué punto da ideas gratis al adversario o resucita en este otras que había olvidado o reprimido (las de Fernández Liria sobre la Teología de la Liberación se atrevió a mantenerlas, hace veinte años y por última vez en la Historia, que yo recuerde, Michael Löwy en su ensayo The war of gods). Todo me parecía ya más visto que el TBO.
Pero quién sabe. A lo mejor si los de Podemos vuelven en masa a las iglesias y capillas universitarias, esta vez para oír misa y entonar Cantemos al Amor de los Amores, que es lo que cantaba en sus últimos años la Pasionaria con el padre Llanos, a lo mejor, digo, hasta en la parroquia de mi madre vuelven a permitir los funerales con música. Como escribió don Antonio Machado: «En Santo Domingo/ la misa mayor./ Aunque me decían/ hereje y masón,/ rezando contigo, /¡cuánta devoción!».
JON JUARISTI – ABC – 12/02/17