Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
Todo este incomprensible lío que se ha montado se deriva de la manía gubernamental de presentar juntos, al Congreso de los Diputados y para su votación, temas que poco o nada tienen que ver entre sí. De tal manera que los partidos quedan obligados a aprobar o a rechazar a la vez y en bloque cuestiones con las que puedan estar de acuerdo junto con otras con las que discrepan.
Un buen ejemplo es lo sucedido el miércoles, cuando el Gobierno presentó a su aprobación conjunta propuestas dispares e inconexas como la subida de las pensiones, las rebajas al transporte público, el salario mínimo, las subida del IVA a los alimentos, la factura de la luz, el tratamiento de la ocupación, las ayudas a los damnificados por las riadas en Valencia, y la devolución al PNV de la delegación en París del Gobierno vasco, incautada en su día por los nazis, devuelta por estos a Franco y utilizada hoy por el Instituto Cervantes.
Se entiende bien que el Gobierno esté ‘escocido’ por su dolorosa derrota parlamentaria en la que solo se aprobó lo que el PP aprobó. También entra dentro de lo habitual y comprensible que el Gobierno trate de trasladar los perjuicios de su fracaso al propio PP y que, esto es menos comprensible, amnistíe sin rubor de la responsabilidad a los partidos aliados a los que habitualmente amnistía, como es el caso de Junts. Lo que no tiene un pase y no se entiende, lo que supera los límites de lo razonable, es que su rencor llegue tan lejos que prefiera y anteponga sus intereses particulares a los perjuicios generales.
Sabe bien que si separa las cuestiones presentadas, tiene asegurado el voto favorable de la Cámara a muchas de ellas. Con independencia del mayor o menor grado real de acuerdo que susciten, en este país nadie se atreve a oponerse a la actualización de las pensiones o a las rebajas del transporte. El PP lo comprometió ayer mismo y estuvo bien Feijóo cuando acusó al Gobierno de usar a los pensionistas como escudos humanos para su ira.
Este absurdo debate tiene muy fácil solución. Basta con presentar las medidas concernidas de forma separada e independiente. La unanimidad será clamorosa en muchas de ellas. No hacerlo será incomprensible. Será la certificación de que el Gobierno antepone la posibilidad de emborronar la imagen del PP -siempre habrá alguien que se crea semejante patraña-, al perjuicio real para diez millones de pensionistas. ¿Caeremos hasta esa sima de ignominia?