Bieito Rubido-El Debate
  • En España la neutralidad política y el sentido de lealtad institucional ha desaparecido desde la llegada de Sánchez en 2018

La neutralidad en democracia es como el punto límite en matemáticas: se tiende hacia ella, pero nunca se alcanza. Ahora bien, si al gobernante de turno le acompaña un mínimo sentido de Estado y un poco de cultura democrática, tenderla más a esa neutralidad, especialmente en organismos como el Ministerio del Interior, en entes como CNI, CIS, RTVE o magistraturas tan trascendentes como el Constitucional, CGJP o el Banco de España. Cuando así se actúa, sea del partido que sea, se le otorga calidad democrática al país que se gobierna. Cuando se hace lo contrario, como Sánchez en la España actual, la institucionalidad en lugar de tender a la excelencia se va por el desagüe del baño.

Venezuela, cuando Hugo Chávez llega al poder en 1998, era un país con un serio andamiaje del Estado y con una gran tradición jurídica, especialmente la que salía de la Universidad Andrés Bello. De allí vino el primer presidente del Tribunal Constitucional español, García Pelayo. Veinticinco años después, ya sabemos en qué se convirtió aquel país hermano. Nada menos que 8 millones de exiliados, que no están haciendo precisamente turismo. La neutralidad de los contrapesos en la sociedad avanzada y libre es de primero de Democracia. Tal vez haya que mandar a repetir curso a un buen número de los que ahora nos gobiernan, aunque repetir no está de moda, como bien sabe Gregorio Luri.

En España la neutralidad política y el sentido de lealtad institucional ha desaparecido desde la llegada de Sánchez en 2018. El último caso de invasión de las instituciones es la propuesta de José Luis Escrivá como gobernador del Banco de España. Quienes le conocen lo avalan como un cualificado técnico que domina especialmente los grandes números. Los que lo observamos con frialdad, hemos podido comprobar su capacidad para deslizarse por el sectarismo y ya veremos cómo termina su reforma de las pensiones.

La condición humana a veces atiende a pulsiones de las vísceras más que a la razón. ¿Qué se le perdió a Escrivá en el Gobierno de Sánchez? ¿Qué necesidad tenía de desacreditarse de esta manera? Tal vez la respuesta se encuentre en el premio de llegar a ser gobernador del ente más alto del sistema financiero español. A él, que fue jefe del Gabinete de estudios del BBVA, le hará más ilusión que a otros mortales. Ahora bien, la última vez que no se nombró a un hombre de la casa y se optó por un perfil político, el de Miguel Ángel Fernández Ordoñez, la hecatombe fue de las que hacen época. Recuerden la crisis bancaria que se desató. Por no citar el sectarismo con el que se trató a unos y a otros, según simpatías políticas.

Una nota final para Escrivá: la tradición del Banco de España fue la de tratar con cordialidad a todos los medios y ejercer una ejemplar neutralidad con ellos. Ahí te esperamos, aunque sea para ti una cuestión menor.