Miquel Escudero-El Correo
Hay dirigentes políticos que no tienen límite en su audacia y prepotencia y solo les vale el poder y el triunfo. Actúan en la creencia de que pueden hacer lo que sea para imponerse. Disponen sin temblar de lo que no es suyo, también de la convivencia. ¿Es posible frenar su irresponsabilidad sin agudizar la división de la sociedad en bloques enemigos? Creo que sí. Hay que renovar el aire viciado y desarrollar un algoritmo apropiado para replicar esta praxis negativa. Aunque corra prisa, se necesita paciencia y voluntad para efectuarlo. Se requiere aprovechar los mejores mimbres disponibles para salir del marco sectario de bloques y formar una plataforma transversal. Y, desde ella, elevar el nivel político con un sentido de juego limpio por la democracia, la libertad y la igualdad de la ciudadanía.
Les propongo ahora, por un momento, que no pensemos en Pedro Sánchez, sino en David Cameron. Llevaba cuatro años como ‘premier’ inglés cuando concertó el referéndum por la independencia de Escocia. Con una participación del 84,6%, ganó el ‘mejor unidos’ por más de diez puntos. Dos años después, Cameron creyó una excelente idea, para derrotar a los euroescépticos de su partido, convocar otro referéndum sobre la Unión Europea. Se creía con baraka vitalicia, pero esta vez perdió; por algo más de un millón de votos, con una participación del 72,2%. Se impuso el bombardeo de falsedades, como que al abandonar la Unión los británicos dispondrían cada semana de 350 millones de libras para su beneficio.
Estremece la credulidad popular. Perder la capacidad de recordar no solo es un peligro, puede ser una desdicha irreparable.