Si el fiscal venezolano pretende investigar las denuncias de torturas a los del comando Imanol, como solicita Cubillas, Caracas contribuirá al deterioro de sus relaciones con Madrid. A Chávez le interesa una buena relación con España, pero no podrá afianzarse mientras se sospeche que el territorio venezolano se utiliza contra la seguridad de los españoles.
El etarra José Arturo Cubillas Fontán está preocupado por su reputación. Así lo indica en el escrito que ha presentado ante el fiscal general de Venezuela como respuesta a las noticias que le acusan de ser el enlace entre ETA y las FARC, por un lado, y de haber coordinado el adiestramiento de una pareja de presuntos etarras en territorio venezolano.
Cubillas pide a la Fiscalía que se investiguen las denuncias aparecidas en la prensa en los últimos días y que se averigüe si los dos etarras que declararon ante la Guardia Civil haber ido a los campos de entrenamiento de su mano han sido torturados. Ya puestos, para salvar su reputación por completo, Cubillas podría haber pedido que la Fiscalía investigue si está implicado en alguno de los tres asesinatos que se le imputan al comando Oker al que perteneció antes de su huida de España.
Las autoridades de Venezuela han anunciado la designación de un fiscal en respuesta a la petición del etarra. Si ese fiscal investiga las acusaciones formuladas contra Cubillas de realizar actividades terroristas en territorio venezolano, las autoridades de Caracas habrán dado un paso en el bueno camino. Eso es justamente lo que están pidiendo la justicia y el Gobierno de España desde hace meses, sin haber obtenido ninguna satisfacción.
En cambio, si el fiscal pretende investigar las denuncias de torturas a los presuntos miembros del comando Imanol, como solicita Cubillas, Caracas estará contribuyendo al deterioro de sus relaciones con España. Que no tenga cuidados la Fiscalía venezolana, que si los dos etarras han formalizado su denuncia de malos tratos, serán los jueces españoles quienes investigarán el caso.
El Gobierno español está actuando con la máxima prudencia para gestionar la crisis y evitar que las relaciones entre los dos países se degraden, pero si Caracas no pone el mismo empeño y no corresponde a los gestos de Madrid, al final, la grieta entre los dos países se agrandará. El Ejecutivo español no tiene demasiado margen de juego en un asunto como el del terrorismo en el que la sensibilidad ciudadana es extrema, de manera que si Caracas intenta tensar la cuerda puede provocar efectos indeseados.
A Venezuela tampoco le interesa que la crisis vaya a más. Se puso en evidencia en el mes de marzo pasado, a raíz del auto del juez Eloy Velasco, que acusaba a militares de aquel país de haber colaborado con ETA. El Gobierno de Hugo Chávez, como gesto hacia España, impidió la entrada en el país de Walter Wendelin, dirigente de Askapena recientemente encarcelado, y lo expulsó a Francia.
Es un signo de que también a Chávez le interesa una buena relación con España, relación que no podrá afianzarse mientras exista la sospecha de que el territorio de Venezuela se utiliza para actuaciones que afectan a la seguridad de los españoles como es el adiestramiento de terroristas.
Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 13/10/2010