Juan Carlos Girauta-El Debate
  • Con total seguridad, fue la irrupción de la palabra ‘resiliencia’ en los libros de autoayuda/empresa lo que desató su uso masivo en la época ‘woke’ que ahora fenece. Había saltado inopinadamente del mundo de la física al de la charlatanería

Nuestro Glosario urgente de woke no puede ignorar esta broma pesada. Sucede que a veces invade el lenguaje cotidiano un término que había permanecido reservado a ámbitos acotados del conocimiento. El conducto habitual es su aparición en el título de un libro de autoayuda o de empresa, que viene a ser lo mismo. Los libros de empresa tocaron suelo cuando millones de encorbatados compraron un cuento estúpido sobre un ratón al que le habían robado el queso. Y no solo se lo compraron sino que, tras los diez minutos de lectura que la broma duraba, creyeron haberse elevado a un estado nuevo, de revelación. Un cuentecito de lo más chorra (no El Aleph, de Borges, no El padre Sergio, de Tolstoi) iluminó a los azotados ejecutivos atrapados en el torbellino de la incertidumbre, los mismos idiotas que solo unos años antes se hacían llamar youppies, y cuya alma fue retratada por Bret Easton Ellis en la novela American Psycho.

Con total seguridad, fue la irrupción de la palabra ‘resiliencia’ en los libros de autoayuda/empresa lo que desató su uso masivo en la época woke que ahora fenece. Había saltado inopinadamente del mundo de la física al de la charlatanería. Por alguna razón, se consideró que ser golpeado por el infortunio podía ser respondido con una inmediata vuelta a la situación física y anímica anterior. Se vendió no solo que era posible esa quimera, sino que para acceder al súperpoder bastaba con conocer y usar la palabra. Uno de los sujetos más iletrados de la política mundial encargó a una propia la redacción del libro que debió llamarse Manual de resiliencia, pero que se llamó Manual de resistencia. Gravísimo error editorial, habida cuanta de la naturaleza de los lectores potenciales del sujeto, que pertenecen a uno de estos grupos: socialistas de carné en la boca (ergo woke ahora, y luego la que toque); gente que lo compra para reírse; periodistas feladores. En los tres casos, «resiliencia» se hubiera recibido mejor. Además, este autor sí es resiliente, pues a la capacidad antes descrita solo se acercan los psicópatas agudos.

Resiliencia. Material que retuerces, torsionas, estiras o aplastas y que recobra su forma anterior en cuanto dejas de fastidiarle. Aplicado a los seres vivos, alta capacidad de adaptación ante la acción de agentes enojosos u hostiles. Si el ser vivo en cuestión es un señor de Cáceres, o cualquier otro humano, solo será resiliente en lo moral si es psicópata, como el mencionado. En lo físico no lo será nunca, que una cosa son los cuentos chinos y otra la cruda realidad. Solo los niños creen en tales imposibles, una prueba más de que el ‘wokismo’ conlleva la infantilización del personal. Llevado al terreno de lo posible, resiliencia se refiere a la paciencia de toda la vida. Llevado al terreno de la política, es un comodín con dos utilidades: ser un guiño de reconocimiento entre parásitos del erario compinchados (como «sostenible»), o bien decorar un impuestazo mortal a la clase media, de la que se espera se levante como un tentetieso.