Concejales de PP y PSE se niegan a ser arrinconados pese a la abrumadora victoria de los radicales en Guipúzcoa. La «batalla» por su dignidad continúa
Yo soy de aquí, vivo aquí y aquí me quedo: «Siempre he dicho que no era voluntario para morir, aunque sí que estaba dispuesto a asumir el riesgo por defender mis ideas y mejorar la vida de los vecinos de Andoain. Creo que hemos avanzado mucho en los últimos años. Pero en ningún caso podemos permitirnos que quienes han asesinado, acosado y extorsionado se presenten ahora como las víctimas y pretendan olvidar el horror que ha padecido este pueblo».
El día en que Estanis Amutxastegi asumió el bastón de mando en el Ayuntamiento de Andoain se prometió a sí mismo que defendería por siempre la memoria de Joseba y José Luis. Sentía el dolor por la ausencia de dos buenos amigos y compañeros de sobremesa: Joseba Pagazaurtundua, jefe de la Policía Local, y José Luis López de Lacalle, periodista y activista comprometido. Los pistoleros de ETA les arrebataron la vida años atrás por pensar de forma diferente. Ahora, cuando ha pasado una década de sus asesinatos, quienes fueron cómplices por su silencio y cobarde equidistancia están a un paso de asaltar la alcaldía de uno de los municipios más castigados por el terrorismo.
En los comicios del 22-M el «tsunami Bildu» anegó buena parte del terreno de libertad abonado por decenas de concejales que han defendido con valentía, compromiso y tesón los principios democráticos y de libertad recogidos en la Constitución. Especialmente en Guipúzcoa, donde la coalición radical se ha convertido en la primera fuerza y ha vencido en 43 alcaldías, la mitad de su botín en el País Vasco y Navarra. El constitucionalismo de PP y PSE ha visto reducida su representación de 182 a 122 ediles. Solo Bildu ha conseguido 441 concejales. Ninguno de ellos ha condenado jamás los asesinatos de sus convecinos.
Un escenario de «gravísimo retroceso» para los cargos socialistas y populares que, aunque no ocultan su preocupación, están decididos a dar la batalla. El propio Estanis confía aún en poder repetir como alcalde socialista de Andoain, donde los herederos de Batasuna superan al PSE por un escaño. «Dependerá de si el PNV me apoya», señala quien ha visto cómo los violentos le quemaban —«por dos veces»— su casa y atentaban contra el coche de su hija. Hoy, ella está lejos del municipio. Lo mismo que decenas de miles de vascos, exiliados por el acoso de una banda criminal que ahora se mantiene calladita ante el éxito político de sus muchachos «abertzales».
Espacios de libertad
ABC se cita con Estanis en la casa del pueblo que el PSE tiene en Andoain con el sobrenombre de «Espacio de libertad Joseba Pagaza». «Bueno, no hay tanta libertad ahí dentro», bromea mientras apura las últimas caladas de un cigarrillo que deberá apagar antes de entrar. Tiene un aparatoso orzuelo en su ojo izquierdo. «Es por la tensión acumulada», admite, apurando un platito de pan con chorizo y un vino blanco para soportar la mañana.
El pueblo está aparentemente tranquilo y limpio. «Todos los lunes una brigada de limpieza se ha estado encargando de borrar las pintadas proetarras y las amenazas, aunque igual lo dejan de hacer si se ponen ellos», augura. Su preocupación, en cambio, va más allá de la pura fachada. «Bildu pretende gobernar como si nada hubiera pasado. Pero no olvidamos. La reconciliación no será posible hasta que no reconozcan el daño causado y las víctimas sean reparadas moralmente. Sin acto de contrición, yo no perdono», mantiene.
Sin duda, lo que más le «indigna» es que la coalición radical pretenda rentabilizar la paz en el País Vasco. «Se han presentado como las víctimas, los supuestos agredidos por la Ley de Partidos y encima nos hacen creer que son ellos los que traerán la paz. Pero eso no es cierto. La paz se dará cuando ETA entregue las armas. Y no será mérito suyo, sino de quienes como el actual Gobierno Vasco han mantenido la exigencia contra los intolerantes», asevera.
En Andoain y en los otros pueblos de la provincia en los que ganó Bildu la noche electoral fue movidita. Los «bildutarras» festejaron eufóricos su triunfal irrupción en las instituciones. Lanzaron cohetes que estallaron como bombas en los malheridos corazones de las víctimas de ETA. «Tomaron literalmente las calles. Fue horroroso, me tuve que ir esa noche a dormir a Zarauz», cuenta Pilar Elías, emblema de la resistencia frente al odio macabro y la sinrazón incrustada en buena parte de la sociedad vasca. Concejal del PP en Azcoitia en las últimas cuatro legislaturas, se ha quedado fuera del ayuntamiento por un puñado de votos. Aun así, está dispuesta a seguir «batallando» con su partido y el colectivo Covite en defensa de la dignidad de las víctimas. «Me duele ver cómo esa gentuza están así de subiditos. La segunda parte de esta historia será sacar a los presos de ETA a la calle. Este Gobierno nos ha vendido», resuelve Pilar Elías, muy dura también con el PNV. «En la peluquería, aún no se creen que el PNV haya perdido por vez primera desde la Transición. Han instigado a favor de su legalización y les ha salido el tiro por la culata».
Mientras Pilar recoge sus cosas del consistorio, el etarra que mató en 1980 a su marido, Ramón Baglietto, continúa con su cristalería plantada debajo de su casa y su furgoneta aparcada enfrente. Pero la principal preocupación de Pilar es qué harán ahora los «amigos de los terroristas» con las arcas públicas. «Otra vez irán a las familias de los presos», lamenta.
En la autopista A-8, entre San Sebastián y Bilbao, casi un cartel por cada puente nos recuerda el voto a Bildu. Las soflamas por la independencia, la amnistía de los presos y «contra la tortura» invaden las pasarelas. En el interior, decenas de valientes concejales se afanan por llevar pequeñas lecciones de respeto al de al lado. Pero el soniquete de Bildu y su victimismo por el proceso de ilegalización de las marcas batasunas tiene mejor encaje. «Es decepcionante. Nos hemos pasado años luchando por las libertades para que ahora se pongan los mismos de siempre pero con distinto nombre», relata Mari Luz Anglada. Como Pilar, unos cuantos votos le han dejado sin sillón en el consistorio de Hernani, otro de los feudos tradicionales de los radicales. La actual alcaldesa de ANV y portavoz habitual de la «izquierda abertzale», Marian Beitialrrangoitia, tampoco se sentará ya en el pleno. «No le hará falta. Los que vienen son sus acólitos. Tenemos otra vez al enemigo en casa», constata.
Muy cerca de allí, a tres kilómetros de San Sebastián, otro edil del PP apura sus últimos días en el Ayuntamiento de Pasajes, territorio comanche. «Es demencial. Están desbocados. Vamos camino de la independencia. Antes era un mal sueño, ahora es real». Médico jubilado, Ángel Olaso recuerda con sabor amargo la última visita del presidente de su partido, Antonio Basagoiti, a Pasajes. «Nos gritaron ¡fascistas españoles, fuera de aquí!». Ahora deja paso a sus compañeros y se va con la satisfacción de haber ganado un segundo escaño en otro bastión de Batasuna. En cambio, su temor por lo que puedan hacer los radicales no desaparece. «¡Quieren llevarnos a la Edad de Piedra!», denuncia en alusión a la férrea oposición de Bildu contra los grandes proyectos estratégicos de Guipúzcoa, como la construcción del puerto exterior de Pasajes o el AVE vasco.
Apenas una hora después de esta conversación, ABC visita Mondragón, donde la concejal del PP, Iciar Lamarain, mantiene su escaño pese a que Bildu ha arrasado con mayoría absoluta. Uno de los portavoces de la coalición, Pello Urizar, aparece en el umbral de su despacho. Está henchido de satisfacción, aunque contenido. En euskera, entablan conversación amistosa. En unos minutos compartirán la penúltima comisión municipal. Urizar no repite como concejal de EA. «Ahora tendrá otras labores. Hasta que le den la patada», dice la «popular» en su presencia. Aunque pueda romper muchos esquemas y sean opuestos en lo político, guardan una buena relación personal. Cordialidad, sí, pero con el listón de exigencia democrática bien alto. Iciar seguirá recriminando a Pello Urizar que le «haga el juego» a Batasuna. «Mismos perros con distinto collar», concluye la concejal más veterana de Mondragón. Ella se queda. Su objetivo: mejorar la convivencia: «Soy del PP y estoy convencida de que todos cabemos en este pueblo».
ABC, 5/6/2011