Abraham Castro, LA RAZÓN, 9/9/12
Deslealtad procesal, mala fe o actuar de forma inquisitiva son algunas de las lindezas que se están dedicando al juez de Vigilancia Penitenciaria de la Audiencia Nacional, a raíz del otorgamiento de la libertad condicional al criminal Uribetxeberria Bolinaga. No nos engañemos: su gran pecado no ha sido molestarse en informarse antes de tomar una decisión, aunque formalmente sea ésta la excusa que ha desatado tales calificativos, sino reconocer la dignidad de todo ser humano, asesino-carcelero incluido. Huelga decir que los exabruptos con que ha sido agraciado no se habrían producido si la decisión sobre el fondo del «cuarto grado» hubiera sido la opuesta. A buen seguro que, en tal caso, quienes ahora lo desdoran estarían alabando la profesionalidad del juez, que se molesta en informarse de primera mano de la verdadera situación de salud del penado. Aunque tampoco se hubiera librado de similares ataques, esta vez, del lado de quienes intentaban igualmente presionar en el otro sentido.
Mal vamos si dejamos pasar estos ataques a la independencia judicial. Corremos el riesgo de terminar por acostumbrarnos a que esto sea lo normal. Quizás haya llegado el momento de que el Consejo General del Poder Judicial levante la voz en defensa de la independencia del juez, que, por el momento, no ha pedido tal amparo. Tampoco estaría de más que la superioridad conminara al fiscal a atemperar el tono empleado en su recurso, poco habitual en la práctica forense, y que sin quererlo ha contribuido a «calentar» el ambiente. Y que, ya de paso, le indicaran que el sistema inquisitivo, conforme a la RAEL, es: «El que, a diferencia del acusatorio, permite al juzgador exceder la acusación y aun condenar sin ella». Esto es, aquel en el que el juzgador asume el papel de acusador, por lo que nunca puede ser enmarcada en el mismo una decisión judicial favorable al reo.
Dejemos que la Justicia tome las decisiones que considere correctas. No pasa nada por discrepar en Derecho, pero mantengamos las formas.
Abraham Castro, LA RAZÓN, 9/9/12