ABC 21/04/13
ROGELIO ALONSO
En momentos tan duros se ha trasladado la imagen de una sociedad resistente y unida ante la adversidad
Tres horas después de los atentados, el presidente Obama se dirigió a la nación en una breve pero contundente e importante alocución. Su discurso marcó las pautas de la respuesta gubernamental frente al brutal atentado, iniciando una coordinada reacción que ha logrado neutralizar algunos de los objetivos que el terrorismo persigue. En momentos tan duros se ha logrado trasladar la imagen de una sociedad resistente, unida ante la adversidad y capaz de responder de manera fulminante y con eficacia a la violencia. Ante un desafío como el que el terrorismo plantea, este balance puede ofrecer algo de consuelo y satisfacción a una sociedad que ha sufrido un grave daño en términos humanos. Este logro no compensará la pérdida de vidas, pero sí puede contener y limitar el impacto psíquico y colectivo que el terrorista anhela.
En primer lugar, Obama destacó que había ordenado poner a disposición de las autoridades todos los recursos necesarios para proteger a los ciudadanos, aumentar la seguridad del país e investigar lo sucedido. Su intervención pública en tan fatídico momento resultaba necesaria para aportar a sus conciudadanos el liderazgo y las garantías que en esas circunstancias requerían. El terrorismo había golpeado a una sociedad abierta incapaz de garantizar, precisamente por su carácter democrático, la seguridad total. Pero las palabras de Obama intentaban neutralizar el impacto que el terrorista busca con su violencia. Con su aparición el presidente lideró el sufrimiento de la nación mostrando serenidad, firmeza y determinación para responder eficientemente al reto. Después de identificar claramente su objetivo inmediato –la protección y la seguridad de su pueblo y la búsqueda de los responsables-, mostró su solidaridad con las víctimas, ofreciendo sus oraciones por ellas. Su sensibilidad fue firme antes de enfatizar sus prioridades: «No tenemos aún todas las respuestas. Pero sabemos que muchas personas han resultado gravemente heridas».
Así eludía especular sobre la autoría de una atrocidad en la que, en esos instantes, las consecuencias, o sea, las víctimas, y no las causas, eran lo verdaderamente relevante. Por ello apeló a la unidad de toda la nación, cohesionando a republicanos y demócratas en un homogéneo «conciudadanos». Seguidamente aseguró que no se escatimarían esfuerzos para proteger a los ciudadanos y elogió a quienes tan heroicamente estaban atendiendo a las víctimas. El reconocimiento a la profesionalidad y a los sacrificios de policía, bomberos y servicios de emergencia le permitió apelar al patriotismo, sentimiento decisivo para explicar esa modélica colaboración ciudadana que se ha evidenciado tan crucial.
A todos ellos les ofreció el presidente una promesa que no ha tardado en cumplir: «No sabemos quién ha hecho esto ni por qué. Pero que nadie se confunda: lo vamos a averiguar. Sobre el responsable o los responsables va a caer todo el peso de la Justicia». Su promesa fue certeza al cerrar su discurso reiterando que los responsables rendirían cuentas ante la Justicia. Como si sus consignas sirvieran para cerrar filas, las fuerzas de seguridad identificaron a los asesinos con celeridad y la ciudadanía colaboró ejemplarmente, convirtiendo la espectacular persecución en una causa común. Quizás esa era la evocación que buscaba Obama al referirse a Boston y a «su gente» como «dura y resistente». «Estoy seguro de que todos juntos, cuidando unos de otros, como una ciudad orgullosa, lo superarán», añadió antes de erigir a Boston en ejemplo para todo un país que acompañaría paso a paso a quienes ahora sufrían directamente el azote terrorista.
Algunos consideran contraproducente el impresionante despliegue policial al interpretar que brinda publicidad a un par de jóvenes terroristas que han puesto en jaque a toda una comunidad. Sin embargo, esa aparente desproporción revela otro trascendental mensaje con posibles efectos disuasorios: el Estado no escatima esfuerzos para aprehender a quienes lo atacan salvajemente. Obama lo subrayó en su discurso tras la captura: «Los americanos se niegan a que se les aterrorice». El atentado de Boston demuestra que, desgraciadamente, el terrorismo puede golpear de forma indiscriminada en cualquier momento. Pero confirma también que una comprometida respuesta del Estado desde diferentes ámbitos resulta vital para contener los devastadores efectos sociales que la amenaza terrorista persigue.